De los cuentos a la realidad
A lo largo de mi vida he hecho un recorrido por los diferentes tipos de amor. Durante la infancia predominaba el amor paterno filial. Al nacer, los seres humanos somos totalmente dependientes del amor de nuestros cuidadores y sentirse amada es primordial para la supervivencia. Sentí el amor de mis padres como un amor no aceptante en muchos sentidos. Yo debía ser obediente, portarme bien, hacer lo que esperaban de mí, sacar buenas notas. En pocas palabras, ser una niña buena. Y así actué, para sentirme amada por mis padres.
Más adelante, aprendí mucho sobre la amistad. Un amor al alza, pero fluctuante durante la adolescencia. Posteriormente llegó el amor de pareja. Una relación salpicada por el mito del amor romántico. Una historia que iniciamos con unas convicciones basadas en la literatura: cuentos infantiles de la época, de príncipes y princesas que acaban siendo felices y comiendo perdices, o novelas románticas en las que la pareja siempre permanecía unida. Cimentadas en el cine: películas que reflejaban los mismos argumentos de los cuentos infantiles, como os contaba en el post “La culpa de todo la tiene Disney”, guiones en los que la protagonista era rescatada por el héroe o a la inversa. Marcadas por la sociedad, que te mostraba el modelo de pareja y familia, como estándar al que aspirar.
A lo largo de estos 27 años de pareja he comprendido que el amor es mucho más que eso. Es caminar juntos, es escucharnos, es respetarnos, es sostén y apoyo, es paciencia, es libertad, es crecimiento y confianza.

Cuando llegan los hijos, se ve de nuevo representado el amor paterno filial, pero desde el otro lado. Es un vínculo tan fuerte que crees que nada puede ser más grande que eso. Un amor que te conecta con tu instinto mamífero. Te transforma poderosamente y te lleva a aprender sobre el amor incondicional. Y ese es mi destino en este momento de la vida. Aspiro a amar incondicionalmente, desde la aceptación, desde la generosidad, desde el respeto. Y he entendido, al llegar aquí, que amar de manera incondicional pasa por sentirse amada incondicionalmente por una misma.
He concluido que aceptarse a una misma, sin juicios y amarse tal y como es, resulta ser el primer paso para poder amar incondicionalmente a los demás. Como lo hacen los niños, sin resentimiento, sin condiciones. De una forma sincera y transparente.
Vanessa Ojeda