Algo antinatural
No puedo imaginar una situación más dolorosa en la vida que sobrevivir a un hijo. Un fenómeno antinatural, duro, inhumano e incoherente.
Cada vez empiezan a ser más frecuentes las historias de madres que han perdido a sus hijos. Hace unos meses, escuché el testimonio en primera persona de una mujer que perdió a su hijo de 50 años de un infarto. Su madre, sus hermanos, su mujer y sus hijos adolescentes aún lloran su pérdida. El que seguramente no olvidará jamás ese día es su hijo de 12 años que estaba presente cuando su padre falleció.
Fue duro ver, oír y sentir a una madre relatar con mucha más entereza de la que nadie podría esperar cómo sucedió todo. Hablar de crueldad, de lo desgarrador que es, de cómo la historia que vivió al perder a su marido se repetía con su hijo.
Sobrevivir a un hijo es morir un poco cada día. Es preguntarte una y mil veces por qué, para qué, qué he hecho para merecer esto, cuándo fue la última vez que…, cómo hubiera sido si…
Sobrevivir a un hijo es perder una parte de la vida. Es sentir que te arrancan un trozo de ti. Es sentir la pérdida literal. El vacío más absoluto. La frustración más extrema. Es sentirse víctima del más cruel y vil engaño al que una puede verse sometida. Es otorgarle a la vida el más devastador sinsentido.
Llevar a tu hijo en tu vientre, ver cómo nace, acunarlo, alimentarlo, abrazarlo, enseñarle todo aquello que sabes, crear un vínculo, cuidarlo, darle lo mejor, acompañar su camino, ver cómo forma su propia familia y presenciar cómo muere antes que tú, no puede ser más doloroso.
Sin embargo, habitualmente, estamos preparados para seguir adelante, para sobrevivir a la más atroz experiencia y seguir luchando.
La mente humana no deja de sorprenderme.
Vanessa Ojeda