By Sara Desirée Ruiz
Hace un tiempo que sigo a Sara y he tenido ocasión de asistir a dos charlas suyas, una de ellas organizada por mí misma. Tuve el placer de compartir gran parte del día con ella y sus charlas me ayudaron a ver la etapa de la adolescencia con humor.
A la primera asistí hace algo más de un año y coincidí con una mujer que me preguntó qué hacía allí, teniendo dos hijos de 10 y 8 años en aquel momento. Y yo estaba allí “preparándome”. Menos mal que así fue porque ya estoy enfrentándome a la adolescencia todos los días. Y no, no es por mi hijo de doce años, es por el que tiene nueve. Sí, suena extraño, pero mi hijo de nueve años empezó a desarrollar cambios puberales antes de los nueve incluso: oscurecimiento del vello, población de las cejas, puntos negros de la nariz, hambre feroz; y a partir de los nueve: crecimiento rápido en pocos meses, bajada de defensas, aumento del volumen testicular, vello púbico y una actitud beligerante brutal.
¿Necesitas más pistas? Seguro que no. Estas son las señales de que las hormonas están alteradas. Tras varias visitas al médico especialista, se confirmó: pubertad adelantada, que no precoz.
En la fase aguda que se ha dado en verano, cuando hemos pasado mucho tiempo juntos, se ha burlado en numerosas ocasiones de nosotros, nos ha molestado, ha dicho y hecho lo contrario de lo que le hemos pedido, nos ha llamado tontos, incluso alguna vez idiotas, ha buscado el contacto cuerpo a cuerpo. Y aún sigue, pero ahora, cada uno con sus horarios, pasamos menos tiempo los 4 juntos y eso ha ayudado. Ah, y está bastante preocupado por cómo vestirse y peinarse. El día a día en estos últimos meses ha sido realmente desbordante. La convivencia se ha hecho harto compleja. Porque el asedio es constante. Los adultos lo sobrellevamos como podemos. Yo ahora es cuando adopto el mantra que Sara repetía en sus conferencias y me lo recuerdo a mí misma: “No es personal, es cerebral”.
Me ayuda pensar que esto también pasará. Su hermano lo lleva peor porque ya no puede más con la situación. Las batallas son constantes. Me pide intervenir a menudo y resulta muy agotador para todos. Incluso para mi propio hijo que es el que lo está viviendo es duro. Hay días en los que se viene abajo porque no entiende que nos enfademos tanto con su actitud y se siente mal. Trato de explicarle que son cambios hormonales derivados de su desarrollo físico que afectan a su humor y que, en muchos casos, él no puede controlar. Esto no es fácil. Para ninguno.
¿Cómo iba yo a estar preparada para lidiar con la adolescencia con un niño que, a la vez que cree en la magia de la Navidad te dice: “Cállate la boca”?
Solo me queda reunir toda la paciencia del mundo y recuperar el pensamiento: “No es personal, es cerebral” y así seguir sobrellevando esta etapa, que también pasará, lo mejor posible.
¡El huracán de la adolescencia ya está aquí, antes de lo que esperábamos y, entre uno y otro, nos quedan un par de años que estar en el ajo!
Vanessa Ojeda