He tenido dos pospartos muy diferentes. Los partos también lo fueron.
En el caso de mi hijo Abraham, que nació a las 12:04, después de empujar muchas veces, tras estar poniéndome puntos durante mucho rato, y sin haber conseguido que se enganchara al pecho, bajé a la habitación, sobre las 15:00h. y, al querer incorporarme para ir al baño, noté un terrible dolor de cabeza. Apenas me sostenía en pie. No conseguía que el niño mamase y empezó a llegar toda la familia.
El dolor de cabeza se iba incrementando y no tenía fuerzas para levantarme. No podía dormir. El bebé lloraba. Y el día siguiente todo fue a peor. Vino un médico de la Clínica del Dolor, que en pocas palabras me dijo que aguantase, que el dolor es subjetivo, que bebiese mucha agua y que me empezase a incorporar. Lo intenté pero el dolor empezó a ser insoportable. Los anestesistas me dijeron que lo mejor era permanecer en posición horizontal y era la única postura que me aliviaba. Lo que me estaba pasando era que al ponerme la epidural, mi pierna se había movido de forma involuntaria, ya que nadie me sujetaba, y la aguja había pinchado la membrana que recubre la médula, la duramadre. A través del agujero de la epidural perdía líquido cefalorraquídeo, por lo que el cerebro descendía contactando con el cráneo, de ahí que tuviese un fuerte dolor. Supuestamente al cerrarse el agujero, me recuperaría, pero cuánto tardaría…?
Seguía teniendo al bebé sin mamar. Gracias a mi amiga Lida, vino una comadrona para ayudarme con la lactancia. Me dio algunas pautas e intentamos que se enganchase pero no nos fue bien. Lida pidió un extractor y con él me sacaba el calostro y se lo daba al niño con una jeringuilla. Pero sólo había conseguido que mamase una vez desde que había nacido. Viendo que la situación no mejoraba, nos vinimos abajo y pedimos que le dieran un biberón. Mientras le daban biberón, yo seguía extrayendo el calostro para no perder la producción.
El día siguiente fue aun peor para mí. Tenía poco apetito y lo poco que comía empecé a vomitarlo. Ya no resistía más el dolor. Vinieron de nuevo de la Clínica del dolor y me pidieron que aguantase 24 horas más. Luego los anestesistas vinieron para ofrecerme hacerme un parche hemático. Era una solución que me ofrecían si no mejoraba. Extraerme sangre, volver a ponerme la epidural e inyectar mi propia sangre para taponar el agujero. Había un riesgo: podía no funcionar y al hacer el agujero más grande multiplicar el dolor. Rechacé la primera oferta con la esperanza de encontrarme mejor al día siguiente.
Entretanto mi hijo, que pasaba la mayor parte del tiempo separado de mí, ya que iba de brazos en brazos y casi nadie se acordaba de ponerlo junto a mí, no paraba de llorar. Una persona de la familia que nos visitó, trabajadora del hospital, nos dijo que tal vez no le estábamos dando la cantidad suficiente de leche artificial porque tal vez las enfermeras pensaban que yo le daba de mamar. Lo consultamos y así fue. Le aumentamos la cantidad de leche y mejoró.
En cambio yo no mejoraba, así que pedí que me hicieran el parche hemático. Programaron la epidural para el sábado por la mañana. Sólo recibí el apoyo de mi marido. Todos los demás creo que estaban asustados porque nadie me animaba a hacerlo. Pero yo solo pensaba en recuperarme para poder cuidar de mi hijo. Me extrajeron sangre y más tarde, otra epidural, un enfermero o auxiliar que me sostuvo para que no me moviese, otro pinchazo para introducir mi propia sangre y listo. No estaba asustada, sólo quería recuperarme cuanto antes. Tuve que estar varias horas en reposo. Y después podía empezar a incorporarme. Así lo hice. Y al incorporarme, me encontraba mucho mejor. Atrás quedaban muchos malos momentos difíciles de olvidar: tener que pedir cuñas para orinar en la cama, tener que pedir que me ducharan en la cama, no poder lavarme el pelo, ni los dientes, no poder beber ni comer bien. Y sobre todo no poder tener a mi bebé en brazos ni hacerme cargo de él. Por fin, por la tarde, una vez empecé a incorporarme, hice venir a una comadrona para intentar de nuevo dar de mamar a Abraham. Esta vez sí funcionó. Me molestaba un poco el enganche pero por fin lo habíamos logrado. Y a partir del 5º día empezó la lactancia. Algunos comentarios que tuve que escuchar eran del tipo: que si no tenía leche, que si no podía ser pues que le diera biberón. Pero, a pesar de las dificultades, me empeñé y lo conseguí. Gracias Lida, creo que sin ti no lo hubiera conseguido. Estuviste a mi lado en uno de los momentos más difíciles de mi vida.
Una vez que la lactancia empezó a funcionar, y después de ocho días ingresada, regresamos a casa los tres.
Además de que el dolor de cabeza no había remitido por completo, a los pocos días empezaron a molestarme los puntos. Al haber estado tantos días tumbada ni me había percatado, pero cuando empecé a moverme, noté que algo me molestaba. Fui a la comadrona que me quitó los puntos. Uno de ellos estaba muy duro y me lo estaba clavando. Ni se había reabsorbido ni se había caído. Fue un alivio cuando me lo quitó.
Algo más de dos meses después del parto mi marido y yo decidimos retomar las relaciones sexuales. El dolor fue tan intenso que no pude soportarlo y tuvimos que dejarlo estar. Pero no creía que fuese normal y pronto llamé para pedir cita con la ginecóloga. La cita no sería hasta casi dos meses más tarde. Un par de días antes de la fecha decidimos probar de nuevo y el resultado fue el mismo. Le comenté a la ginecóloga lo ocurrido y me dijo que probablemente me molestaban los puntos. La cicatriz. Me recomendó masaje perineal. Pero hacérmelo yo misma era muy complicado y además me dolía mucho. Así que cuando volví a buscar los resultados le pregunté si me podía recomendar a alguien que me pudiese ayudar. Me facilitó una lista de fisios de suelo pélvico y así fue como conocí a Susana Rodríguez, fisio especializada en suelo pélvico (+Info). Al mismo tiempo mi amiga Lida me había conseguido cita en el hospital para que me viera el médico especialista en suelo pélvico.
Susana, una persona que ha nacido para dedicarse a esto (no creo que nadie pueda ser más delicada, respetuosa y dulce que ella), no tardó en citarme para una valoración, donde descubrió que sufría un prolapso rectal y un descenso de la vagina. Además de tener un punto de sutura de la cicatriz con adherencias. De ahí el intenso dolor durante las relaciones sexuales. Como le comenté desde el principio que también tenía cita en el hospital, ella se centró en tratar el dolor de la cicatriz. En 2 o 3 sesiones ya noté una gran mejoría.
En el hospital me prescribieron 10 sesiones de corrientes. Mientras esperaba para recibir el tratamiento iba a clases, en el centro de Susana, de gimnasia abdominal hipopresiva. Técnicas respiratorias para reposicionar la faja abdominal, la musculatura perineal y corregir la postura corporal.
Tras el tratamiento de corrientes me reincorporé al grupo de hipopresiva de Susana y estuve yendo hasta que me quedé embarazada de nuevo.
Durante seis meses disfruté de las relaciones sexuales con mi marido como nunca antes lo había hecho, sin dolor.
Una cicatriz dolorosa, tener que levantarme por las noches para ir al baño y carreras hasta el inodoro para evitar escape de heces, fueron algunas de las cosas que tuve que sufrir. Aunque una ya no vuelve nunca más a estar exactamente como antes de quedarse embarazada, la mejoría fue indiscutible. Bendita rehabilitación posparto. Gracias Susana por tu ayuda y cariño.
El posparto de Ernest fue completamente diferente. Sin secuelas post puncionales. Con apenas un par de puntos y a las 48 horas en casa. Todo fue mucho mejor en ese sentido.
A las cinco semanas de dar a luz Susana me hacía la valoración. Sin duda estaba mucho mejor que tras el primer parto, así que iba a iniciar el programa posparto de clases de gimnasia abdominal hipopresiva. Pude ir un día, a principios de diciembre. Después empezaron las bronquiolitis, resfriados, gastroenteritis,… y era finales de febrero cuando me reincorporaba. Acudía con Ernest, pero como no se dormía, aguantaba un rato la clase y luego le tenía que dar el pecho y casi al final de la clase lloraba. Pero poco a poco fue aguantando mejor hasta que acabamos las sesiones. En casa debía seguir practicando con frecuencia pero hoy por hoy lo tengo muy abandonado. Necesito reengancharme o acabaré pagando las consecuencias.
El posparto, una etapa, tanto o más importante que el embarazo, que muchas veces cae en el olvido, especialmente de las mamás, sobrepasadas con todas las situaciones que nuevas que se dan día a día y que intentan ser buenas madres, buenas esposas y buenas amas de casa… y todo ello sin un manual de instrucciones!