Es bastante habitual sentir culpa, especialmente en la crianza de los hijos.
Influyen muchos factores en la culpa, de los que hablaremos en otro post en profundidad, pero para llegar hasta ahí quiero empezar hablando de la responsabilidad.
La responsabilidad podría definirse como un valor en la conciencia, derivado de una toma de decisiones, que conlleva unas consecuencias de las que decidimos responder. Muchas acciones quedan fuera de nuestro ámbito de acción directa. Nosotros solo podemos responder de aquellas decisiones que tomamos nosotros mismos.
Ante una consecuencia de nuestros actos podemos:
- revisar la toma de decisión inicial,
- realizar la toma de decisión,
- actuar, tomando medidas.
Cuando nos hacemos responsables podemos modificar las circunstancias. Culpabilizar es situar la responsabilidad en otra persona y, en consecuencia, quedarnos desarmados. De esta forma otra persona toma el control de la situación.
En los niños la interiorización de la responsabilidad se adquiere mediante la vivencia de las consecuencias naturales de sus actos. Y eso puede darse a partir de los 5 años. Antes, resulta complicado.
Una consecuencia natural es el resultado coherente, concordante y directo de un acto.
Pongamos algunos ejemplos:
- Si llueve, y salimos sin paraguas, nos mojamos.
- Si no hacemos la colada porque no hay ropa sucia en el cesto (y sí en otros lugares de la casa) no tendremos ropa limpia que ponernos.
- Si tiramos un vaso al suelo es bastante probable que se rompa.
Si dejamos que los niños aprendan a través de las consecuencias naturales conseguiremos que:
- interioricen la responsabilidad de los actos,
- promoveremos un ambiente relajado,
- respetaremos su libertad pero con los límites necesarios para garantizar su seguridad.
En cambio si aplicamos castigos, quitamos privilegios que no están directamente relacionados con el acto en sí. Y así no conseguimos que aprendan nada. Castigar no funciona a medio o largo plazo, pero este tema da para otro post.
Enfoquémonos en soluciones, evitando culpabilizar, tanto en la posición de adultos como en la de padres, enseñando a nuestros hijos que los actos tienen unas consecuencias de las que debemos responsabilizarnos y solo si nosotros mismos nos responsabilizamos podemos decidir libremente sobre lo que hacemos. Es un aprendizaje muy importante.
Os animo a dejar que se caigan, que se equivoquen, que toquen, que corran, que se chapoteen en los charcos, que vayan al cole sin hacer los deberes, que experimenten alegría, rabia, tristeza, ira, miedo, pasión, euforia o frustración. Siempre velando por su seguridad. Acompañándolos en su camino.
Solo así pueden aprender, ellos y nosotros. Y recordad que cada error es una oportunidad de aprendizaje.
Vanessa Ojeda