El cole de los niños mayores, la frase más repetida el verano antes de empezar la escolarización. Un cambio muy grande para ellos y para nosotros. Autonomía, la palabra más recurrente entre educadores. Es cierto que en la escoleta los prepararon muy bien para el gran paso, y en casa también hemos trabajado mucho el tema. Pero la hora de la verdad es otra historia.
En la escoleta les enseñan a ser autónomos, a prestar atención, a hacer actividades en grupo, a estar sentados escuchando un cuento, los colores, las letras, a preguntar, a responder, a comer, a dormir, a cantar, a compartir, a recoger, … Toda una serie de hábitos que les ayudan a afrontar el nuevo camino.
Por nuestra parte, en casa, también llevamos a cabo una serie de cosas para minimizar los efectos del gran cambio. Fuimos con Abraham a ver las escuelas, posibles candidatas, así como le explicamos cuándo y cómo sería cuando empezara, una vez obtuvimos la plaza, fuimos en varias ocasiones a visitarla, trabajamos con un cuento “En Pol va a l’escola” (www.amazon.com), que ilustra cómo pasa un niño su primer día de colegio. Le explicamos cómo haríamos el camino cada día: por la mañana con papá en bicicleta y después de comer, con mamá en autobús. Jordi y Abraham hicieron el camino en bicicleta antes de empezar el cole. Fuimos con él a elegir una mochila, un tupper y una bolsa para la muda. Y todos le acompañamos su primer día. A pesar de coincidir con una compañera de la escoleta y de hacer una semana de adaptación no fue fácil para Abraham este gran cambio. Yo lo sabía.
No lloró ni un solo día. Creo que sabía perfectamente cómo iba a transcurrir el día. Intentamos darle el máximo de información posible. Se adaptó sin problema. Pero la procesión iba por dentro. Desde el primer día no durmió siesta, por lo tanto por las tardes estaba en insufrible. Se dormía más o menos rápido, pero se despertaba varias veces durante la noche, llorando y gritando, nos llamaba y a veces le costaba conciliar el sueño de nuevo. Las noches fueron duras porque como Ernest también empezó la escoleta, también se despertaba a menudo. Afortunadamente a los dos meses la situación se normalizó.
Otra de las situaciones difíciles fue que cuando tenía el pipí o caca no lo decía y se lo hacía encima. Él tenía un perfecto control de esfínteres pero tenía vergüenza de pedirlo. Tuve largas charlas con él y pedí colaboración a las auxiliares de comedor. Poco a poco conseguimos mejorar la situación.
Con 3 años, son pequeños. Algunos ni han ido a la Escoleta y, de repente, un día los dejamos con un desconocido y 25 niños más en un sitio nuevo. Y les prometemos que volveremos a buscarlos. Pero ellos, ¿confían en nosotros…? ¿Confiaríamos nosotros…?
[…] echo la vista atrás y pienso en la adaptación que tuvo en el cole, puede parecer que no fue demasiado difícil. El niño no se quedaba llorando […]