Una oportunidad de aprendizaje
En anteriores ocasiones hemos hablado de la autoexigencia a la que nosotras mismas nos sometemos. En especial, las mujeres. A lo largo de la historia, hemos sido cuidadoras, cabezas de familia, gestoras, esposas, madres, hijas, trabajadoras, sirvientas, amas de casa, …
Quizás nuestros padres fueron autoritarios con nosotras. Tal vez no estaba bien visto hacer las cosas de una determinada manera, a lo mejor nuestra opinión no era tenida en cuenta, posiblemente no estaba permitido el error. Se vivía de forma excesiva, se castigaba, se invalidaba o se corregía hasta el infinito.
Aquellas mujeres que hemos crecido así, nos hemos convertido en perfeccionistas escrupulosas, en exigentes en exceso, en frustradas ante el imprevisto, en resistentes al cambio. No nos permitimos el error ni tampoco lo toleramos en los demás.
Cuando el error hace acto de presencia, le damos vueltas, nos sentimos culpables, nos regañamos a nosotras mismas. Nos autoflagelamos. Pensamos que no valemos, que no nos lo merecemos o que es mejor que otro asuma el cargo, pues como ya imaginábamos “no estamos preparadas para esa responsabilidad”.
Convivir, ya sea con nosotras mismas, ya sea con los demás, puede resultar difícil en algunos momentos. Vivimos el error como algo terrible. Como una contrariedad. Y la carga mental acumulada se hace pesada.
Sin embargo, la realidad es que el error se produce a diario en nuestras vidas. Y es una oportunidad de aprendizaje, de crecimiento. Es la puerta a algo nuevo y desconocido. Es humildad y reconocimiento, es enseñanza y experiencia.
Si tienes hijos, presta atención al tono y cariz de tu discurso. A la actitud con la que transmites el mensaje. Además, a tu lenguaje corporal. También a cómo afrontas el error, qué haces antes y después. Cómo lo acompañas. Porque probablemente no querrás que tus hijos lleguen a ser tan autoexigentes como tú. Seguramente desearás que cuando se equivoquen, vivan el error como una oportunidad de aprendizaje.
Y tú, ¿has aprendido algo hoy?
Vanessa Ojeda