Abandonar el perfeccionismo
Somos madres normales cuando nos sentimos bien siendo madres y también cuando no nos gusta ser madres. No soy perfecta y eso significa que crío de forma imperfecta.
Me encanta ser madre. Creo que es mi gran papel en esta vida. Es un enorme reto. Y aprendo mucho de mis hijos, mis grandes maestros. Sin embargo, hay días como hoy, en los que no me gusta ser madre.
Estoy en uno de esos días hormonalmente chungos en los que sería mejor desaparecer que pasar el día con ellos. Frustración, queja, irritabilidad, falta de espacio, desbordamiento, gritos, malas caras. Esta ha sido mi colección de imperfecciones del día. Hoy no ha sido fácil. Detrás había, además, necesidades no cubiertas. Y eso es, a menudo, el detonante de muchos conflictos.
En un día así, vale la pena, acabar con agradecimiento y reparación y poner la vista en el siguiente día.
Así es la crianza imperfecta y consciente. Real, como la vida misma.
El perfeccionismo no es saludable. Vale la pena destacar nuestros errores y verlos como una oportunidad de aprendizaje. De esa manera nuestros hijos ven nuestra humanidad, vulnerabilidad, y nuestras debilidades. Y, de paso, nosotras también recordamos nuestras imperfecciones.
¿Os habéis sentido así en algún momento?
Vanessa Ojeda