La crisis de los 9 años
Mi hijo mayor cumple hoy 9 y me asusta. Tengo la expectativa de que se acercan cambios. De que el Rubicón está cerca. Y me da vértigo. ¡Qué tontería! ¿Verdad? Se parece bastante a la profecía autocumplida.
Y, ¿qué va a pasar? Pues, espero que no tanto como pienso.
En realidad, me preocupa que deje de darme abrazos, que ya no quiera que le lea por las noches, que ya no me diga: ¡Mamá, mira!, que no me pregunte si quiero jugar con él, que quiera tener consola o videojuegos, Tablet u ordenador, que empiece a aburrirse allá donde vayamos, o que ya no quiera ir a ningún lado, que deje de querer jugar con su hermano o pierda interés por aquello que ahora adora.
Veo cómo crece. Sigue siendo un niño, pero con respuestas de adulto. Su mundo interior se va nutriendo de otros intereses y la imaginación va perdiendo protagonismo. Crece la curiosidad, aun más si cabe, por lo que hacemos, hablamos, usamos o decimos los adultos. Aunque su cuerpo y sus emociones le anclan todavía a la infancia.
Hablo con él de sexualidad, de respeto, de machismo, de bullying, de drogas, de alcohol, de malos tratos y uf… noto que se abre otra etapa y poco a poco se cierra esta. Para mí, un duelo, como de costumbre. Sin embargo, señal inequívoca de crecimiento, de evolución y de desarrollo.
Aproximándonos al Rubicón, sigo preguntándome si todo lo que hacemos como padres, todo este esfuerzo en la crianza (a veces, auténtico sudor y lágrimas), va a tener su reflejo. Si estamos dejando una huella, como mínimo respetuosa. Quiero pensar que sí, si seguimos acompañando a nuestro hijo en esta nueva etapa del camino de la vida.
Próxima parada: el Rubicón
Vanessa Ojeda
Deja una respuesta