¿De qué color es la maternidad?
Soy hija única, de padres que vinieron solos a Mallorca. Hemos vivido siempre lejos de nuestras familias. Sin abuelos, sin tíos, ni primos cerca. Llegué a la maternidad sin apenas referentes. Pocas personas de mi entorno habían tenido hijos antes que yo. Y tampoco me habían transmitido sus experiencias hasta el momento.
Mi bibliografía durante el embarazo no fue más allá del mundialmente conocido: ¿Qué esperar cuando estás esperando? El libro no está nada mal, pero se limita a una fase relativamente corta de la maternidad.
Si hago memoria de la filmografía que trata sobre embarazos y nacimientos, que haya podido ver y recuerde ahora mismo, podría nombrar: 9 meses, el padre de la novia 2, Junior, Mira quién habla, Baby Boom, Tres hombres y un bebé, o series como Sexo en Nueva York, y soy consciente que se trata de una lista de comedias románticas que retratan una maternidad bastante pastelona, principalmente rosa, que poco o nada tienen que ver con la realidad. Reflejan embarazos maravillosos, partos llenos de gritos, madres que pocos minutos después de parir aparecen espectaculares, con bebés en brazos limpios o dormidos. Llegan a sus casas y llevan a sus bebés a preciosas habitaciones llenas de ternura.
¿Os habéis fijado que en las películas los bebés normalmente no lloran, no hacen pataletas, no suelen plantar cara a sus padres, duermen en sus cunas, las madres se recuperan rápidamente, retoman su vida, salen con sus amigas o parejas más pronto que tarde? Es más, apenas se tratan temas relacionados con la crianza o las emociones asociadas a la maternidad.
Y así llegue yo a la mía. Sin leer muchos más libros, sin tribu, sin referentes apenas, con una colección de imágenes bastante poco realista. He de reconocer que nunca había visto imágenes reales de parto y me ha costado verlas muchos años después de parir. Basta deciros que mi marido se quedó realmente impactado en el parto de nuestro primer hijo. Os podéis imaginar que en el segundo apenas se atrevió a cambiar el ángulo de visión de mi espalda. Se trata de una falta de educación sexual y exceso de tabús que aun reinaban en nuestra época. Ahora me emociona ver videos de partos.
Como decía, así llegué yo a mi maternidad rosa y todo me sobrepasó.
¿Los niños no duermen todo el tiempo?
¿La lactancia no es ponerse al niño al pecho y ya está?
¿En el coche no se duermen los bebés?
¿La epidural puede tener efectos secundarios?
Como una bofetada de realidad, así recibí la maternidad.
No, la maternidad no es rosa. A veces es gris, a veces roja y otras veces muy negra. Fruto, a menudo, de las expectativas que tenemos, de los referentes, del entorno, de cómo la vivimos.
En realidad, tiene muchísimos momentos rosas si somos conscientes, los observamos, los detectamos, los abrazamos, los valoramos y los guardamos como recuerdos para siempre.
Si no fuera así, ninguna madre repetiría y la humanidad se hubiera extinguido, ¿no?
Vanessa Ojeda