Amor en primera persona
Ya he hablado en muchas ocasiones de la importancia de la tribu, de las mujeres que te acompañan en el camino, que te guían, que se abren y comparten abiertamente lo que opinan, que te escuchan, que te cuentan y que te transmiten lo que han aprendido, empujándote a reflexionar, a ver otros puntos de vista y a ponerte en situación, en una que nunca antes habías estado.
Y eso te remueve. Hacer tambalear tus cimientos y te ilumina. Así fue cómo esta semana, mi tribu, la que conocí un poco tarde, aunque seguramente en el momento justo, escribió tanto sobre el amor en todas sus formas en un grupo que, cuando me pude poner al día fue justo en el instante en el que necesitaba luz. De aquello que compartieron, lo que más me resonó, me ayudó a tener una conversación con una madre sobre el amor a una misma. Con mi madre.
No tengo ni idea de cómo pude darle un giro a la conversación que manteníamos para acabar hablando sobre querernos a nosotras mismas, amarnos en primera persona, cuidar nuestra autoestima. Al margen de necesitar ser amadas por los demás para “ser”. Dejar de complacer, de ceder, de renunciar, de sacrificar, de sentir que no nos quieren.
No sé cómo salían las palabras de mi boca, pero lo hacían casi sin pensarlo, guiando la conversación hacia el cuidarse a una misma, mirarse, mimarse y amarse, para después poder amar a otros, incondicionalmente. Y cómo esa manera de hacerlo sería ejemplo para nuestras hijas y nietas. Hablando además de que nadie nos educó para pensar así, para no depender emocionalmente de nadie. Sino más bien al contrario, para que buscásemos una pareja, para que cuidásemos de los pequeños y de los mayores, para ganarnos el afecto de la familia, los maestros, los compañeros de trabajo o los amigos.
Por supuesto, una conversación no cambiará la vida de mi madre. Porque ella siente haberlo dado todo y no haber recibido nada. Haber sido cuidadora, sacrificada, sufridora, violentada, abnegada. Pero sí siento que la luz de mi tribu habrá iluminado un poco el alma de mi madre. Espero que, al menos lo suficiente, como para que empiece a quererse un poco más a ella misma, sin depender del amor de los demás.
A mí también me ha ayudado a pensar que no tenemos que esperar que alguien nos ame para sentirnos plenas. Aunque obviamente que lo hagan multiplicará el amor. Y eso me da perspectiva para poder hablar con mis hijos sobre el amor propio y la libertad emocional.
Vanessa Ojeda