No solo como madre primeriza, sino también con mi segundo hijo he hecho cosas de las que no me siento especialmente orgullosa. Pero las he hecho por uno o muchos motivos, entre ellos: desconocimiento, desinformación, falta de iniciativa, inseguridad, cobardía, atención a opinólogos varios, incluidos sanitarios, y especialmente por falta de experiencia, de tribu, de apoyo.
Tampoco me moví en busca de otras fuentes. No tenía alrededor un grupo de madres, ni usaba Facebook, ni tenía Internet en el móvil.
Tardé unos meses en encontrar red. Por suerte, leer mucho me conectó con mi instinto y tomé el rumbo que me dictaba el corazón.
Cuando estoy en grupos de madres me avergüenza confesar cosas que hice, pero ahora sé que, haciéndolo también ayudo a que ellas liberen culpa. Porque todo lo que hacemos en un momento dado, lo hacemos lo mejor que podemos con lo que sabemos en ese momento.
Os hago partícipes de mis confesiones:
- Como Esther, una compañera de Espai Lactància, yo también creía que se daba el pecho 6 meses y luego biberón.
- A los 20 días de nacer mi hijo, y tras un par de días de llorar y llorar, le “diagnosticaron” cólicos y la pauta fue aguantar dos horas entre tomas y Colikind. Lo del pecho fue imposible de hacer. Claro, ¡si era una crisis de lactancia! Yo no sabía ni qué era eso. Y le di Colikind.
- Porteé a mi hijo con una mochila no ergonómica durante meses, aunque al menos no era de las que le cuelgan las piernas
- Le dejé llorar a ver si se dormía y fue insoportable.
- Le estimulé el ano porque no hacía caca.
- Durante un mes suplementé con leche de fórmula en vez de con la mía porque ni sabía que se podía suplementar con leche propia.
- Me puse lanolina (Purelan) para las heridas que no tenía.
- A los 6 meses exactos, empecé a darle de comer papillas sentado en la hamaca, le conté cuentos, le dejé juguetes y le hice el avión con tal de que comiese.
- Le quité el pañal cuando yo lo decidí.
- Le saqué de nuestra cama a los 15 meses, poco antes de quedarme embarazada.
- Le obligué a bañarse todos los días.
- Le abrigué cuando consideraba que hacía frío.
- Le animé a acabarse la comida del plato.
- Le marqué una rutina de comida y sueño.
- Le chantajeé algunas veces y le castigué alguna que otra.
- Le he gritado.
- Le he dado cereales supuestamente sin azúcar.
- He reutilizado bodys que se habían llenado de caca hasta la nuca, después de haberlos lavado, por supuesto.
- Y, entre otras cosas, a ambos, les he echado de mi cama cuando no me dejaban dormir.
¿Me arrepiento? Claro, porque han sido actos no respetuosos. Pero eso forma parte del aprendizaje. De un aprendizaje que dura ya más de ocho años, el tiempo que hace que empecé a cuestionarme, a preguntarme cómo quería ser como madre.
Solo espero no haberme equivocado con mis hijos en algunas cosas porque quizás alguna de ellas no sea reversible.
Pero ahora ya solo puedo compensar y reparar. Seguir mi instinto y aprender, hasta conseguir amar incondicionalmente.
Vanessa Ojeda