Con los adultos de referencia
Hace unas semanas acompañé a una mamá cuya hija no quería ir a la escuela de verano. Tras la sesión, fue inevitable recordar lo duro que ha sido para mi hijo mayor tener a tantos adultos de referencia diferentes a lo largo de su vida académica con los que no ha sido capaz de vincular.
Si echo la vista atrás y pienso en la adaptación que tuvo en el cole, puede parecer que no fue demasiado difícil. El niño no se quedaba llorando ni se agarraba a mí para evitar que me fuera. Sin embargo, la realidad era que la procesión iba por dentro.
He de decir que Abraham ha sido siempre un niño de carácter más bien introvertido. Que fue a la escoleta desde los ocho meses, muy a mi pesar, y que nunca ha tenido problemas para socializar con iguales, pero le ha resultado muy complejo relacionarse con los adultos.
Desde que empezó el colegio, con tres años, y hasta ahora, que tiene once, ha tenido nueve maestros diferentes. Cinco de ellos ya en la etapa de infantil. La primera de ellas estuvo únicamente un trimestre.
Mi hijo era incapaz de dirigirse al adulto con el que estuviera para preguntarle o pedirle cualquier cosa. Tanto es así que, si tenía ganas de ir al baño, no decía nada y se lo hacía encima. Y así lo encontraba yo cuando iba a buscarlo al colegio. Si se caía y se hacía daño no decía nada a nadie. Lloraba en un lugar apartado y solitario. Y así me lo encontraba yo cuando llegaba a recogerlo al colegio. Toda esa fase fue muy dura y duró años y ahora sé que podía haberla acompañado mejor, aunque también sé que me sentía desbordada y falta de herramientas.
No la superó de la noche a la mañana. Con once años sigue costándole un poco mirar a los ojos e incluso hablar con los adultos con los que no tiene confianza. Aunque se ha superado a sí mismo bastante.
Vincular con los adultos de referencia es muy importante: en el colegio, en las actividades extraescolares, en las escuelas de verano o allá donde vayan, porque son los adultos que se encargan de velar por la seguridad de nuestros hijos tanto física como emocional.
Así que, mantened un estrecho contacto con aquellas personas con las que vuestros hijos pasan mucho tiempo y no dejéis pasar los días si el niño o la niña no se relaciona de forma fluida con los adultos de su entorno.
Se está forjando su personalidad y esa barrera impide que lo hagan con la naturalidad que necesitan.
Si no se están adaptando bien, si no pueden establecer un vínculo con las personas que les cuidan: ¡Actuad antes de que sea demasiado tarde! Hay que averiguar qué les ocurre a nuestros hijos y buscar soluciones.
Vanessa Ojeda