El apego con nuestros seres queridos
Es probable que, en algún momento desde que te convertiste en madre, te hayas preguntado si has establecido un vínculo sano con tu hija o hijo. No es extraño dudar de nosotras mismas, aunque, si lo hacemos, podría deberse a que reconocemos que nosotras tenemos el vínculo dañado con nuestros padres.
Eso es tan simple como entender que en la época en la que nos criaron a nosotras y por supuesto a todas las generaciones anteriores, los niños eran considerados un estorbo, un incordio, eran molestos y su opinión no contaba para nada.
En ese entorno, ya podía resultar complicado que alguien se agachara a nuestra altura, nos mirara a los ojos, nos escuchara con atención y respetara nuestra opinión. No quiere decir que eso no ocurriese. Por supuesto, hubo padres que se relacionaron así con sus hijos, pero no todos. Tenemos que tener en cuenta también el entorno social y económico de la época en que nacimos, profundamente marcado por el abandono de una dictadura, la incorporación de la mujer al mercado laboral y las casi inexistentes políticas de conciliación familiar y laboral.
En esas circunstancias, pudo darse poca presencia por parte de los padres, pudimos no ser escuchadas, pudimos no ser vistas, poco acompañadas psicológicamente, difícilmente aceptadas, a menudo juzgadas, etiquetadas, incluso rechazadas.
Haceos una serie de preguntas:
- ¿En algún momento habéis querido pareceros a vuestros padres?
- ¿Os habéis sentido emocionalmente sostenidas?
- ¿Hubo contacto físico?
- ¿Sentís que vuestros padres os conocen? ¿Saben lo que os gusta, en qué trabajáis, qué os mueve?
Estas son solo algunas cuestiones que nos pueden indicar en qué estado se encuentra el vínculo con nuestros padres.
Ahora, preguntaos cómo está el vínculo con vuestros hijos. ¿Notáis que se ha repetido el patrón? O, por el contrario, habéis intentado establecer un vínculo sano con ellos, rompiendo todo paradigma anterior.
Quedaos con esta reflexión que ya os dará una pista de cómo está el vínculo con vuestros hijos. Porque del vínculo sano seguiremos hablando en próximos posts.
Vanessa Ojeda