Nacen nuestros hijos y nos preocupa la lactancia, el posparto, el cansancio, la falta de sueño. Después, la escolarización, los hitos del crecimiento, el control de esfínteres, el ritmo de aprendizaje. Más adelante, las notas, los amigos, el control de las emociones. Todo esto antes de los 10 años.
Las madres con hijos mayores que los tuyos te dicen: “eso no es nada. Los problemas de verdad aún están por llegar. Ya verás en la adolescencia.” Y se ha extendido tanto esa creencia que a veces me sorprendo a mí misma haciendo comentarios del tipo: “lo que nos espera en la adolescencia”. Pero creo que esta etapa se ha estigmatizado un poco. El reciente taller que tuve oportunidad de escuchar de Azucena Caballero y Mireia Long me ayudó a cambiar el punto de vista.
Si vemos la adolescencia como una fase más de la vida, repleta de cambios físicos, cerebrales y sociales, nos resultará más fácil entender a nuestros hijos. A mis hijos aún le faltan unos años para llegar a la adolescencia, pero he comprendido que si durante la infancia hemos intentado criarlos con respeto, hemos estado presentes, les hemos mostrado amor y hemos establecido una comunicación fluida, la adolescencia supondrá una fase más, con los mismos retos que cualquier otra fase, solo que es posible que sea más difícil llegar hasta ellos, conversar, obtener información o estar de acuerdo en muchos aspectos.
Azucena y Mireia hablaron de 8 claves para ayudar a nuestros hijos adolescentes a tener una vida significativa y enfocada. Y quería compartirlas con vosotros, ya sea porque tenéis hijos en esa edad o, aún mejor, por si queréis prepararos para cuando llegue.
Son:
- Aumentar su autoestima. Valorando su esfuerzo, diciéndole que le quieres, preservando su necesidad de comunicación.
- Ayudarle a auto conocerse. Dejándole tiempo libre, dándole intimidad, compartiendo con él sus emociones, permitiéndole cambiar de intereses.
- Fomentar su responsabilidad. Negociando con tu hijo y confiando en él, teniendo en consideración su capacidad.
- Acompañarle activamente en aquello que le encanta. Para ello, participa, interésate, involúcrate. Involucrarte creará lazos de unión y comunicación.
- Animarle a hacer cosas difíciles: cosas que le obliguen a salir de su zona de confort, pedirle que haga cosas más allá de lo que se espera de él, que haga cosas demasiado grandes como para hacerlas solo, o cosas que no tienen una recompensa inmediata, o algunas que supongan un reto social.
- Escúchale activamente. Sé empático, reprime las ganas de saberlo todo, crea un buen clima de comunicación, evitando aparatos electrónicos, habla de cosas que le gusten.
- Establece límites claros. Que sean pocos, claros e inamovibles. Permitir mayor independencia, respetar sus gustos, siempre que no sean perjudiciales. Reglas de la casa claras.
- Ámale incondicionalmente. Transmítele que le quieres, lo orgullosa que estás de él, aunque haga cosas que no nos gusten. No importa las veces que se equivoque.
Vale, ya tenemos mucha teoría, ahora podemos ponerla en práctica una y otra vez. Si afianzamos esta etapa es más probable que mantengamos un buen vínculo durante la edad adulta. De lo contrario podría conllevar el paso directo hacia el distanciamiento.
Vanessa Ojeda