Si hay algo que ya sabíamos, pero que durante esta pandemia ha quedado perfectamente demostrado, es que la educación en este país está en un lugar poco menos que marginado. A la cola de los problemas.
No hay que olvidar que vivimos en una sociedad adultocentrista. En una sociedad en la que no se piensa en los niños como los adultos del mañana.
Desde que yo iba al colegio se prometían reformas en la educación, que básicamente han conseguido bajar el nivel.
Aunque no me extraña, si nos paramos a pensar cómo está el panorama. Y voy a poner ejemplos reales que conozco de primera mano:
- Ratios en clase de 26 niños,
- 9 niños diagnosticados con necesidades educativas en un aula (no sabemos si hay más no diagnosticados),
- maestros desbordados, que no cuentan con todas las herramientas necesarias para hacer frente a la diversidad de necesidades especiales con las que se encuentran,
- profesores de apoyo o refuerzo desbordados por la gran cantidad de niños con necesidades educativas que han de atender,
- niños con necesidades educativas que están siendo diagnosticados demasiado tarde, con más de 10 años,
- padres que notan que hay algo diferente en sus hijos y tocan muchas puertas, pero no encuentran apoyo ni respuestas,
- espacios reducidos en las escuelas,
- personal docente reticente al cambio,
- métodos educativos obsoletos centrados en los objetivos y méritos académicos y no en el estado emocional del niño,
- monitores escolares en comedor y extraescolares carentes de habilidades educativas,
- y un largo etcétera.
Durante esta pandemia ha quedado demostrado lo que significan los niños para la sociedad. Cerraron escuelas, obligando a las familias a hacer escuela en casa, fuese o no bien, tuviesen o no los medios, estuviesen o no trabajando o teletrabajando, pudieran o no los padres hacerse cargo, quisieran o no, estuviesen o no emocionalmente bien, …
Cerraron parques, los reabrieron y los han vuelto a cerrar, mientras desde el final del confinamiento los bares están abiertos y no hay distancias mínimas, ni mascarillas.
Aunque los niños sí deben cumplir esas normas si juegan con otros niños.
Y podríamos seguir largo rato reflexionando sobre lo que ocurre con la educación en este país. Hace tiempo que todos deberíamos haber empezado con las protestas, y no solo por la educación.
Ya me ha llamado la atención que, hasta una maestra, a no muchos años de jubilarse, me haya hablado abiertamente de la necesidad de manifestarte ante lo que está ocurriendo.
¡Es hora de que la educación respetuosa que todos anhelamos llegue a este país, a todas las escuelas, a todos los niveles y no quede relegada solo a los que puedan pagarla!
Vanessa Ojeda