El trabajo no remunerado
Hoy llego con una reflexión que de novedosa no tiene nada, pero me ronda la cabeza estos días porque hemos estado de vacaciones y he sido muy consciente de ello. Las madres deberíamos criar sin la obligación de tener que dedicarnos a nada más.
Durante la infancia de nuestros hijos sería estupendo tener la disponibilidad suficiente como para poder criar a nuestros hijos: mirar cómo duermen, acariciarles, darles besos y abrazos, correr con ellos, reír a carcajadas, hacernos cosquillas, subir a la montaña rusa, hacer pícnics, jugar, jugar y jugar, leer cuentos, deleitarnos al mirarlos a los ojos, impregnarnos de su inocencia, compartir su ilusión, interesarnos por sus gustos, compartir conversaciones profundas con ellos, caminar de la mano, dormir pegadas a su cuerpo, acompañar los conflictos, enseñarles sobre la vida, aprender de ellos, acompañar su camino. Todo ello sin prisas. Sin un reloj que nos repiquetee la cabeza. Sin montañas de ropa esperando a ser lavada. Sin tener que cocinar horas y horas. Sin la necesidad de limpiar. O como mínimo, invirtiendo poco tiempo en estas tareas y centrando nuestra energía en disfrutar de y con los niños.
Si elimináramos toda esta carga de trabajo y tiempo, sería posible criar de otra manera. Desde la calma, desde la paciencia. Saboreando cada momento. Porque si algo necesita la crianza de nuestros hijos es tiempo.
Mi padre me decía que cuando se tienen hijos, los años pasaban volando. Al principio, no lo percibía así. Probablemente fruto de la intensidad de los primeros años. Pero, desde la pandemia, los años pasan sin ni siquiera ser consciente de ello. Y estos días de vacaciones, en los que he decidido parar, hacer el trabajo justo y disfrutar con ellos, me lo he pasado súper bien. Hemos disfrutado mucho. Hemos conectado. Teníamos tiempo de reír, de llorar, de hablar, de descansar. De masajes y lectura. De pelis y juegos. De abrazos y besos.
Si aún no eres madre, pero estás leyendo este post, se me ocurre decirte que ahorres mucho para que ese dinero lo puedas invertir en ayuda y así tú puedas estar con tus hijos. Y si ya eres madre, puedes aplicarlo también. Puedes eliminar gastos innecesarios y permitirte el lujo de invertir el dinero en cubrir tareas que te permitan liberarte para poder estar presente y disponible en la crianza de tus hijos. Si nada de esto es posible, disfruta cada momento que pases con ellos, porque no volverá.
La crianza debería estar remunerada, porque mientras criamos hacemos una inversión educativa en las personas que, en un futuro no muy lejano, serán adultas. ¿Tiene sentido que alguien cuide de mi hijo mientras yo trabajo? Ninguno. Y yo lo hice, por no perder mi trabajo. Si volviera atrás, no lo haría de la misma manera. Pero el camino que hice me ha llevado hasta aquí. Aprendizaje incluido.
Vanessa Ojeda