Un manifiesto #8M
Dirigido a quien corresponda.
Hace unos meses, mientras paseaba con mis hijos en autobús por el centro de Mallorca, disfrutábamos de jugar, hablar y reír. No pude evitar reflexionar sobre lo bien que nos estaba yendo el día, lo a gusto que nos sentíamos y cómo los conflictos no hacían acto de presencia. Claro, cómo no iba a ser así. Me estaba dedicando en exclusiva a disfrutar de compartir ese tiempo juntos.
Si no tienes obligaciones ni distracciones, y sí presencia, atención plena y conexión, que fácil resulta todo. Qué agradable es poder disfrutar del momento, dedicarse a la crianza, estar disponible. Sin embargo, qué utopía me parece ese escenario.
¿Cuántas veces al día podemos parar y jugar con nuestros hijos? Porque yo casi ninguna. Porque la vida real no es esa. En la vida real se hacen camas, se cocina, se ponen lavadoras, se limpia, se plancha, se tiende, etc. Y en la mayoría de casos, hasta se trabaja. Hacer todo eso y más deja poco espacio para dedicarnos a ellos.

Lo ideal sería que todas las madres volviésemos al trabajo cuando nuestros hijos cumplieran los 6 años, momento en que la escolarización es obligatoria. Además, sería imprescindible la protección de la baja de maternidad hasta los 6 años, fomentando la ayuda doméstica a las madres, dotando de servicios que nos ayuden a aligerar la carga física y mental que supone criar, liberándonos de la presión que supone criar y ser productivas. Qué maravilloso sería dedicarnos la mayor parte del tiempo que pasamos con nuestros hijos a estar de verdad con ellos, acompañándolos. Incluso poder trabajar mientras están en el cole, tener ayuda en las tareas domésticas, pasar la tarde juntos y poder probar a qué sabe la verdadera conciliación. La que sería la conciliación ideal.
Vanessa Ojeda