Pues como San Valentín, una celebración que nos recuerda que somos mujeres trabajadoras. No está nada mal a modo reivindicativo, para hacernos reflexionar sobre quiénes somos, qué queremos, cómo hemos llegado hasta aquí y todo lo que eso ha significado.
Me parece todo un hito en la historia que la mujer se incorporarse al mundo laboral. No sólo considero que ha sido gratificante sino también muy necesario para la humanidad por todo lo que las mujeres podemos aportar profesionalmente.
Sin duda contamos con algunas habilidades sociales que contribuyen a mejorar las relaciones humanas. Además somos muy capaces de hacer varias cosas a la vez, tanto dentro como fuera del ámbito profesional.
El valor de nuestro trabajo en la historia nunca ha sido medido. El cuidado de la familia y las tareas de la casa, incluso el de algunas mujeres que además trabajaban en el campo, no se ha cuantificado. Como comentaba Bei, de Tigriteando, el pasado año en su post: ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?, la mujer se ha ido incorporando al mercado laboral y eso ha tenido unas consecuencias. Seguramente recibiré algunas críticas por decir esto, pero la sociedad e instituciones no estaban preparadas para esta revolución. Y esta frase tiene una larga historia detrás. Porque yo hubiera matado al oírla en boca de un hombre, pero la vida me ha demostrado que es una realidad.
En un principio, la mujer trabajaba fuera y además seguía trabajando en casa, después el hombre tuvo que empezar a colaborar y ahora se podría decir que se han minimizado las diferencias entre uno y otro. Hablo de países, como el nuestro. Pero, conciliación de la vida familiar y laboral… ¿eso qué es?
Y, seamos sinceros, hoy en día el gran valor de nuestras unidades familiares son los abuelos. Ellos que cuidan de nuestros hijos para que no vayan a la escoleta, o cuando están enfermos, o desde que salen del colegio hasta que llegamos de trabajar o cuando viajamos por trabajo, incluso si trabajamos de noche o el fin de semana. Y no sólo eso, sino que a veces nos dan algo que han cocinado para que tengamos comida para el día siguiente.
La verdad es que por el trabajo nuestros hijos llegan a pasar mucho tiempo separados de nosotros. Y se pierde gran parte de la convivencia en familia. Así cuesta transmitir valores, compartir nuevas experiencias, incluso poner límites y hacerlos cumplir, en definitiva, educar. Y todas sus consecuencias.
También existen opciones, que tomamos muchas de nosotras, como cogernos excedencias, reducciones de jornada, periodos de lactancia, vacaciones, con sus consecuentes sacrificios profesionales, pérdidas de puestos de trabajo, degradaciones, y hasta pérdida de poder adquisitivo.
En definitiva, sí, feliz de que luchemos por reivindicar nuestros derechos, pero aún queda un largo camino por recorrer. Y empieza en nosotras por seguir luchando, y pasa por el gobierno que debería establecer unas políticas de conciliación mucho más favorecedoras y sigue por la sociedad que debería criticar menos y apoyar más y acaba en nuestros hijos, que ahora lo sufren, pero que además serán los adultos del mañana, de un mañana en el que anhelamos ver otro escenario.
Aunque quizás todo esto sea una utopía, ¿no?
Porque, la verdad, ¿a quién interesa que sigamos dando pasos hacia la cúspide?
Vanessa Ojeda