De la carga mental
Hace unos meses surgió la noticia de una madre que iba todas las mañanas a dejar a su bebé en la guardería y posteriormente a trabajar. Sin embargo, uno de esos días, en el mes de julio, se le olvidó pasar por la guardería a dejar al bebé y fue directamente a su trabajo. Aparcó, al aire libre, y se fue a trabajar, dejando a su bebé en el interior del vehículo.
Horas más tarde, el papá del niño la llamó para decirle que había ido a recogerlo a la guardería y no estaba. Poco después se confirmó la trágica noticia: su bebé había fallecido en el interior del coche.
Perder un hijo ya es desgarrador, hacerlo de esta manera debe ser enloquecedor.
Un día de tu intensa nueva vida como madre te levantas, desayunas y le das de desayunar a tu hijo, te vistes, haces lo propio con él, te preparas, lo pones en su sillita del coche y emprendes el camino. Por tu cabeza pasan mil y un pensamientos: las lavadoras pendientes de poner, qué cocinar para comer mañana, revisar si quedan pañales, lo cansada que estás después de una noche movida, … sin olvidar esas tareas que te esperan al llegar al trabajo: la reunión programada que no recordabas, aquello que te pidió tu jefa hace unos días, el plazo para aquella farragosa gestión, etc. Tu mente pone el automático de tu vida anterior y te lleva de casa al trabajo.
Así podría haber sido la realidad de esta historia. Tal vez lo sea o tal vez no. Yo no lo sé. En cambio, lo que sí sé es que solo una mujer con una intensa carga mental puede olvidar a su hijo en el coche. Un altísimo precio a pagar por ser madre en el siglo XXI en este país. Porque la conciliación es una patraña, la baja de maternidad una vergüenza y porque el capitalismo y el sistema económico nos empujan a trabajar de forma remunerada y a reincorporarnos lo antes posible, dejando a nuestros hijos con otro cuidador.
No tengo ni idea de cuáles fueron las circunstancias de esta mujer, ni pretendo juzgarlas, pero sé que está muerta en vida. Sé que el dolor que soporta es tan grande que jamás se perdonará a sí misma. O no la perdonarán. Y la vida y su cruda realidad serán tan duras que, durante mucho tiempo, nada le devolverá la paz.
Esta es la cruda realidad de la carga mental.
Vanessa Ojeda