Estoy por tercera vez en excedencia desde que he tenido a mis hijos. La primera, cuando tuve a mi primer hijo, fue demasiado corta. Duró poquito, hasta que él tuvo 8 meses. La segunda, tras el nacimiento de mi segundo hijo, duró algo más, hasta que él cumplió 11 meses. Y ahora, tras un periodo en ERTE por COVID-19, llevo más de 6 meses en excedencia.
Siempre me he quedado con la sensación de que pasé muy poco tiempo con mis hijos. Lo intenté arreglar con reducciones de jornada, pero me quedé con la espina de no haber alargado esos periodos. Ahora tengo la sensación de que el confinamiento, el estado de alarma y la excedencia están compensando una parte de ese tiempo.
Ante una conciliación familiar prácticamente nula, pocas son las herramientas laborales que nos permiten estar presentes y acompañar la crianza de nuestros hijos. Yo las he usado todas. En cada momento que me ha tocado decidir sobre las medidas de conciliación me he sentido presionada por el entorno laboral, por el entorno familiar y por la economía. Pero la realidad es que nunca mi decisión ha tenido consecuencias negativas, hasta el momento.
Obviamente no todo el mundo podrá permitirse estar en esa situación. Pero si se puede, no hay que dudarlo. No hay mayor regalo para ti, para tus hijos y para tu familia.
Solicité una primera excedencia con mi hijo mayor porque no podía soportar la idea de dejarlo con 5 meses en una escoleta. La segunda excedencia se prolongó algo más porque sabía que no soportaría dejarlo con 8 meses como hice con el primero, y como el segundo hijo iba a ser el último, no podía volver a cometer el mismo “error”. Y digo “error” no porque me equivocase, ya que yo hice lo que creía mejor en ese momento, sino porque no sabía nada de la maternidad, ni de cómo quería vivirla, ni de cómo quería criar a mis hijos.
Esta tercera excedencia ha sido una decisión muy consciente, meditada y firme. Estábamos viviendo una situación extraordinaria, un proceso de cambio profundo y el confinamiento fue duro en algunos momentos, especialmente para mi hijo mayor, que no lo llevó bien en momentos puntuales.
No quería dejarlos en una escuela de verano desconocida después de lo vivido y aún en un momento de incertidumbre.
Tengo la certeza de todo lo positivo que esta experiencia nos ha proporcionado, que ha sido mejorar la calidad de vida en cuanto a: alimentación, vínculo, presencia, conexión, contacto con la familia, organización de la casa, tiempo en pareja, tiempo de autocuidado, actividades en familia, ejercicio, lectura, crecimiento personal y profesional.
Un sinfín de aspectos que, sin duda, han mejorado nuestro bienestar, a pesar de la pérdida de poder adquisitivo.
Si crees que puedes hacer un esfuerzo económico para poder quedarte con tus hijos durante el tiempo que puedas, pide una excedencia y hazlo, hasta que en este país la familia sea considerada el bien más preciado y se creen otras opciones para conciliar.
Vanessa Ojeda
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