El radar de nuestras emociones
Es habitual quejarnos del comportamiento de los niños, sin ir más allá e investigar qué les lleva realmente a portarse de una manera que no consideramos adecuada. Puede que necesiten atención, que se sientan heridos y busquen venganza, quizás hemos entrado con ellos en luchas de poder o peor aún, se rinden ante nuestras amenazas y obedecen ciegamente.
La cuestión es, que si hay algo en nosotros que nos genera malestar: una situación crítica, una preocupación, estar enfermos, un momento de nerviosismo, ellos lo perciben. Como se suele decir: son como esponjas, todo lo absorben. Cuando notan algunas de nuestras emociones como si fueran un radar, si nosotros mantenemos la calma, ellos responden justo como necesitamos en ese momento.

He tenido la oportunidad de vivirlo en estos últimos meses en un par de ocasiones. He estado enferma dos veces en este último medio año. Y durante los días que me sentí mal me mimaron mucho. Me hacían masajes, me daban abrazos, me preparaban el sofá con cojines, me traían agua, me quitaban las zapatillas, me leían cuentos y no hacían mucho ruido para que yo pudiera descansar. Los actos de amor así, sólo surgen de su propio amor por nosotros.
También os puedo contar otra situación que vivimos el verano pasado. Regresando de viaje, nos encontramos con un atasco monumental que nos obligó a estar en el coche durante mucho tiempo. En las cuatro horas que estuvimos, solo paramos 5 minutos para estirar las piernas y comer alguna fruta. A partir de ahí no pudieron moverse.
Tuvieron que hacer pipí en el coche (suerte que solemos llevar alguna botella de agua vacía para estos casos) y comer algún tentempié (ni siquiera pudimos cenar en condiciones) y permanecer sentados. Fue sorprendente su aguante, su paciencia, su flexibilidad. Sabían que estábamos preocupados por no llegar a tiempo de coger el barco. Además, había sido un día difícil, repleto de complicaciones e imprevistos. Aun así, mantuvimos la calma y ellos fueron fiel reflejo.
He de añadir que no hicieron uso de pantallas en ningún momento. Fue un acto de madurez magistral.
La percepción de nuestros hijos es tan potente que hace que conecten con nuestros sentimientos y emociones al instante. Recordémoslo cuando nos encontremos en medio de un conflicto. Y no olvidemos agradecerles su comprensión y transmitirles lo orgullosos que pueden estar de sí mismos por haberse enfrentado así a la situación.
Vanessa Ojeda