Dos gardenias para ti
Hoy os cuento una de esas casualidades de la vida (o no) que te dejan flipando. De esas a las que les buscas un sentido. Y dan vueltas en tu cabeza durante horas.
El viernes asistí a un evento en el Palacio de Congresos. Aparqué el coche en el parking subterráneo y no sabía exactamente cómo salir de allí y acceder al edificio. Me estaba acercando a una persona de seguridad cuando otra mujer se me adelantó para preguntar lo mismo. Cuando le respondieron, le dije: “Yo tenía la misma duda. Podemos ir juntas”. Así fue como nos encaminamos hacia el edificio del Palau. Por el camino, empezamos hablando sobre lo poco acostumbradas que estamos a ir con tacones, sobre llevar zapatos de repuesto y cosas sobre los eventos.
Después, me preguntó si iba al evento de Son Espases y le dije que no. Ella me dijo que ella sí, que estaba en paritorio. De repente, me paré en seco y en décimas de segundo mi cabeza la ubicó. Le dije, algo nerviosa: ¿Eres Gardenia? Con cara de sorpresa, me dijo que sí.
Entonces ya me puse súper nerviosa y le dije que había dado a luz a mi hijo (lo que quería decir en realidad era que había asistido el parto de mi primer hijo). Imaginaos su cara.
Me preguntó cómo me llamaba yo e intentó hacer memoria. Algunos recuerdos asomaron a su mente, me los transmitió y afirmé. Entonces nos pareció muy fuerte habernos encontrado y habernos puesto a hablar.
Acabamos dándonos un abrazo e intercambiando los teléfonos. No para nada en concreto, solo por el simple hecho de que el universo nos hubiera hecho reencontrarnos. Me habló de su hija y la lactancia y yo de Espai Lactància. Y enseguida, llegó otra persona que iba al evento también y nos despedimos. Pero a mí ese encuentro no se me fue de la mente en toda la noche.
Es curioso, pero esta misma semana había releído el informe de nacimiento de mi hijo y había repasado algunos recuerdos.
No sé quién atendió mi segundo parto. Pero del primero sí me acuerdo. Para no olvidarme de su nombre, lo asocié a la canción “Dos gardenias para ti” de Antonio Machín. Han pasado 10 años desde entonces y claro, aunque su cara me resultaba familiar, no la recordaba tanto como para reconocerla al instante. Guardo un bonito recuerdo de ella, aunque no del parto, pero sé que ella se ceñía a un protocolo que está costando mucho cambiar. Y estoy segura que, después de 10 años y habiendo sido madre, su perspectiva sobre los alumbramientos será otra, probablemente distinta a la que tenía un caluroso 21 de agosto de hace 10 años.
No sé a dónde nos conducirá este encuentro, pero de momento ha sido algo sorprendente. Y, lo que sentí al reconocerla y reencontrarnos es agradecimiento por asistir mi primer parto y ayudar a que mi hijo mayor naciera, a pesar de que ese no fuese el parto que una hubiera imaginado. Aunque sí fue el primer hito de todo lo que vendría después.
Vanessa Ojeda