Qué bonita fue la etapa en la que llegó el hermanito, y vivíamos entre imágenes idílicas de besos, abrazos, caricias,… Todo eran demostraciones de amor.
Ahora que han pasado más de dos años y medio veo que a mi hijo mayor le encantan los bebés y adoraba tener un bebé en casa. A día de hoy sigue diciendo que su hermano es su bebé, le encanta darle abrazos, especialmente cuando está desnudito y hace todo lo posible por tener contacto con él. Pero, y siempre hay un pero, este hermanito ha llegado para quedarse. Y ha ido creciendo, y camina, come, coge cosas con las manos, habla, llega a los muebles y abre cajones. Corre, se esconde, hace bromas. Y sobre todo coge juguetes de su hermano, le esconde cosas, le pega, se enfada y compite por tener a mamá.
Así que ahora ya no son todo arco iris y unicornios…
Toca desarrollar técnicas de negociación, generosidad, compañerismo, empatía, etcétera.
A veces la gente me pregunta si juegan juntos. Sí, respondo, juegan juntos, pero también se pelean. Y me ha costado saber cómo afrontar esa situación pero creo estar en el buen camino si digo que me ayudó mucho una técnica que comentó la maestra de Abraham que utiliza en la que les insta a trabajar en pareja y ponerse de acuerdo. Así que cuando se pelean por algo les digo que deben ponerse de acuerdo y de allí no nos movemos hasta que lo hagan.
Antes les he dado herramientas de negociación como establecer turnos o usar el juguete en discordia para jugar juntos. Muchas veces uno acaba cediendo, pero al final llegan al acuerdo.
Sin duda para mí la clave está siendo enseñarles a comunicarse, hablar y dialogar. Lo más fácil para ellos es llorar cuando hay un conflicto o correr a mamá y decirle que el otro le ha hecho tal cosa. Mi respuesta suele ir en la línea de: “habla con él”, en vez de llorar o “díselo a él”.
De momento parece que funciona. De hecho la evolución se nota. Ahora son ellos que empiezan a cederse las cosas o negociar antes de llegar al conflicto. Aunque no todos los días es así pero va sucediendo con mayor frecuencia.
Intento no mediar y a veces resulta difícil pues a una le duele en el alma ver cómo se producen abusos, ya sean por picardía o por fuerza. Pero también me sirve para demostrar lo que es la justicia.
Y a pesar de que es inevitable que se peleen, pues compiten constantemente por el poder, por ganar, hay otras muchas cosas que nos hacen ser felices de tener dos hijos. Especialmente su unión.
El hermano mayor cuando recibe un regalo, pide otro igual para su hermano. Cuando están separados, uno pregunta por el otro. Se echan de menos más entre ellos que a papá o mamá.
Esta mañana ha venido el mayor a nuestra cama. Luego el pequeño ha venido a buscarlo y juntos han ido al comedor a jugar. Tras unos minutos de mucha tranquilidad me he levantado y los he encontrado sentados juntos en el sofá mirando cuentos. ¡Se me ha caído la baba!
Vanessa Ojeda
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