Desde que supimos que estábamos embarazados, tuve claro que quería que Abraham fuese el primero en saberlo. No quería compartir la noticia con los demás y ver cómo empezaban a hacer comentarios delante de él o incluso dirigiéndose directamente a él. Pero desafortunadamente no pudo ser él el primero. Con motivo de una visita de urgencia al hospital al inicio del embarazo tuve que decírselo a mis padres, ya que se quedaron con Abraham. Pero cuando ya pasaron las 12 semanas de embarazo y decidimos empezar a compartirlo con los demás, se lo dijimos a Abraham. Debía tener entre 20 y 21 meses y aun no entendía bien lo que le estábamos diciendo, pero íbamos trabajando el tema, día a día.
Ya antes de quedarme embarazada comenzamos a jugar con un muñeco. Le poníamos ropa, le cambiábamos el paquete, le peinábamos, le dábamos el bañito, … También le explicábamos a Abraham cómo el bebé iba creciendo dentro de la barriga y cómo sería cuando naciera. Participó cuando preparábamos su ropita, su cuna y su habitación. Le anunciamos cómo se llamaría y él fue el encargado de decir a todo el mundo cuál sería el nombre de su hermanito. Incluso nos acompañó a una ecografía y vio cómo estaba el bebé dentro de la barriga. Empezó algún día a quedarse a dormir en casa de mi madre para que cuando llegase el día del parto no extrañara la cama, la casa y a nosotros. En resumen que no fuese una situación totalmente nueva para él.
Y cuando llegó el cumpleaños de Abraham le pedimos a mi cuñada que le regalase cuentos sobre la llegada de un hermanito. Dos de los tres que le regaló: “La Laura te un germanet” (www.amazon.com) y “El Teo aviat tendrà un germà” (www.amazon.com), le encantaron y los mirábamos una y otra vez. El de Teo explica el embarazo, la preparación de las cosas que necesitará el bebé, la marcha al hospital, la noticia del nacimiento, la visita al hospital, el bañito con el bebé, el paseo, el cambio de pañal. El de Laura también habla sobre el bañito, el cambio de pañal, la comida, el cambio que supone la nueva situación para el hermano mayor, la escasez de tiempo de los papás y los sentimientos de Laura hacia su hermano pequeño.
Creo que nos ayudaron mucho a que Abraham interiorizase cómo se desarrollarían los acontecimientos. El día que me puse de parto le dije que nos íbamos al hospital, como en el cuento de Teo, y que seguramente nacería Ernest. Que él iría a dormir a casa de la yaya y que cuando naciese Ernest vendría a conocerlo a la clínica.
Como el parto no fue inminente, sino casi 23 horas después de haber ingresado, pasaron unas 40 horas desde que dejamos a Abraham hasta que volví a verle. Nunca había pasado tanto tiempo separada de él y le eché mucho de menos. Las horas pasaron muy lentamente. Se me hizo eterno.
Abraham aun mamaba cuando nació Ernest, así que no quería que cuando llegase a la clínica encontrase al bebé mamando. Pero se retrasaron tanto que finalmente cuando llegaron me encontraron dándole el pecho. Abraham se mostró tímido al llegar y ver aquella escena tan diferente a todo lo que él había dejado atrás 40 horas antes, al salir de casa. Poco a poco se acercó y quiso mamar también. Tocó a Ernest e incluso quiso cogerlo en brazos. Abraham le trajo a Ernest toallitas y globos que atamos a la cuna del hospital. Yo quería prepararle un regalito pero, al adelantarse el parto, me quedaron algunas tareas por hacer. Esta era una de ellas. Mi amiga Lida, que fue la primera persona en conocer a Ernest, me dio un paquete de Lacasitos que llevaba en el bolso y así le pude dar algo a Abraham. Aun recuerda que Ernest cuando nació le trajo Lacasitos.
Desde que llegamos a casa, Abraham siempre nos pedía que le pusiéramos a Ernest encima. Le daba besos y le hacía caricias. Se volvía loco cuando lo veía. Empezó a pedir mamar cada vez que veía mamar a Ernest y creo que eso creó un gran vínculo entre ellos. A veces se tocaban el uno al otro mientras mamaban. Se cogían de la mano o Ernest acariciaba el pelo de Abraham.
Recuerdo un día que Abraham decoró toda la minicuna de Ernest con pegatinas. Le encantaba que los dos fueran vestidos iguales, darse el bañito juntos, que lo pusiéramos en su cama y siempre se ponía encima suyo y le daba cosas para jugar. Nunca le ha molestado que llore. Lo que hace en esas situaciones es ofrecerle algún juguete o decirle que no pasa nada, que no se enfade. Siempre preguntaba por él al llegar a casa y era con el único con el que quería estar. A nosotros nos ignoraba totalmente. Si alguna vez le ha hecho daño sin querer, ha llegado a pedirle perdón y todo. Y Abraham es la persona que más ha hecho reír a Ernest.
Aunque Abraham obviamente quiso imitar muchos comportamientos de Ernest durante algún tiempo, como tomar el pecho, comer papilla, bañarse en la bañera de bebés, que le diéramos de comer, etc. También ha imitado muchos de nuestros comportamientos a través del cuidado de sus muñecos, a los que ha dado el baño, ha dado de comer, ha porteado, ha paseado en el cochecito e incluso ha dado de mamar.
Con el paso del tiempo su pasión inicial se ha ido desinflando pero sus muestras de amor han persistido en forma de caricias y besos. Ernest se ha quejado de sus placajes y ha intentado apartarlo y cuando le hemos pedido a Abraham que lo dejase un ratito tranquilo siempre nos ha contestado que es que él quiere mucho a Ernest. Abraham siempre pide dormir con Ernest y desde que mira Peppa Pig quiere una cama arriba y una abajo para dormir juntos, como la que tienen Peppa y George. Le hemos dicho que cuando Ernest fuera un poquito más grande, compraríamos una.
Es maravilloso ver cómo Abraham quiere a su hermano. Y no tengo claro que Ernest le vaya a corresponder de la misma manera. Ernest se pone muy contento cuando juega con Abraham o cuando llega a casa pero no es un niño al que no le gusta que le toquen cuando está enfadado. Parece que necesita su espacio. Le agobia un poco que Abraham se le abalancé constantemente.
Aunque Abraham ha aceptado muy bien a su hermano qué duda cabe que su llegada no fue nada fácil para él y durante mucho tiempo hemos sufrido innumerables rabietas, llantos, enfados, desobediencia y desprecios por su parte. Lógicamente ha sido con nosotros con quienes ha descargado su rabia. Ha habido momentos en los que ha sido imposible comunicarse con él. Ha “apagado” sus orejas (como él mismo dice) y no ha escuchado nada de lo que decíamos. En algunas ocasiones he conseguido que verbalizara sus sentimientos. Le he preguntado hasta hacerle confesar el motivo de su enfado y al final ha dicho que era Ernest. O que no le quería o que no quería que viniese a algún sitio con nosotros.
He tenido paciencia y mi entrega ha sido absoluta hacia ellos pero en muchos momentos la situación me ha superado y he perdido la entereza, me he convertido en una madre gritona y no he sabido resolver la situación de una forma pacífica. Por todo ello me siento fatal. Creo que no he podido dedicarle a Abraham mucho tiempo y ese ha sido el gran cambio para él. Yo siempre estaba con él, jugaba con él y le prestaba toda mi atención. Con un nuevo hijo eso ha resultado totalmente imposible y en ciertos momentos me he sentido mal. Sentía que lo perdía, que ya no recuperaría nunca nuestra unión. Cuando la situación ha ido estabilizándose he intentado acercarme a él y hacer más cosas juntos. Aun no he llegado al nivel que quiero pero estamos mucho mejor que cuando nació Ernest.
La llegada de otro hijo es un momento difícil. Nos cambia aún más la vida a todos pero afortunadamente siempre recordaré las muestras de amor incondicional de Abraham hacia Ernest y mi único deseo es que dentro de 10, 20, 30, 40… años sigan unidos y queriéndose como ahora!
Noviembre de 2015.
Vanessa Ojeda
[…] Mi hijo mayor sólo tenía 18 meses cuando me quedé embarazada pero a partir del tercer mes ya empezamos a hablarle de su hermano y de que estaba dentro de mi barriga. Le gustaba abrazarme la barriga. Y trabajamos este tema con él de forma constante (Llega un hermanito). […]