Os acordáis cuando os contaba que yo era de esas que pensaba que nunca haría colecho (El colecho) pues ahora me entristece decir que está tocando a su fin.
Claro que también estoy contenta por diversos motivos:
1) Ernest empieza a dormir toda la noche del tirón, después de más de 2 años y medio,
2) Ernest y Abraham duermen en la misma habitación y les encanta,
3) mi marido y yo volvemos a sentir el calor mutuo, en nuestra cama,
4) y la que más me afecta a mí personalmente: estoy durmiendo más horas seguidas y con un sueño más profundo, después de cinco años.
Todo esto no quita que no me dé pena. Aunque Ernest ya dormía en su cama, al lado de la nuestra, desde el año más o menos, durante mucho tiempo ha seguido despertándose a menudo por las noches. Se solía levantar papá. Lo dormía de nuevo y lo dejaba en su cama.
Pero hacia los 2 años y coincidiendo con la salida de las últimas muelas, especialmente desde que empezó a dormir en su habitación, con su hermano, se despertaba en medio de la noche y pedía venir a nuestra cama. Se metía entre nosotros dos y seguíamos todos durmiendo.
Como esta situación no resultaba en absoluto molesta, pronto me acostumbré de nuevo a dormir sintiendo su calor, el sonido de su respiración, el peso de sus piernas o brazos sobre mi cuerpo, como cuando era un bebé. Y ahora, que pocas son las noches que ocurre, básicamente cuando está enfermo, o incluso en alguna ocasión es ahora nuestro hijo mayor el que se despierta en medio de la noche y viene a nuestra cama, me doy cuenta que a veces lo echo de menos.
Y pienso que esta fase se acaba, dejándome un cierto sabor agridulce.
Seguiremos disfrutando de las mañanas en que todos vienen a la cama hasta obligarnos a levantarnos. Pero ahora soy yo la que tengo ganas de ir a su cama y acurrucarme a su lado.
Vanessa Ojeda
[…] ya tiempo que escribí “El colecho llega a su fin” y en ese post os contaba que sentía pena porque se hubiera […]