Espera turno y vuelve a tirar
Si hay algún momento de nuestras vidas en el que revivimos todo nuestro recorrido, aparte del momento antes de morir (o eso dicen), es la maternidad.
Quizás no ocurre al principio de la misma, quizás no lo percibimos de forma consciente, tal vez ni nos lo planteamos, pero sin duda la maternidad resulta ser una etapa, o más bien un punto de inflexión, en el que todo lo que conocíamos, sabíamos o éramos cambia para siempre. Es un proceso principalmente transformador. La maternidad nos devuelve a la casilla de salida.
Porque la maternidad nos remueve, nos hace retrotraernos a nuestra infancia, hace consciente la mochila de experiencias que portamos y nos obliga a revisarla, bolsillo por bolsillo, para sacar lo que duele, lo que molesta, lo que arrastramos, todo aquello que nos ha marcado, de una u otra manera. Por eso, la maternidad es como el renacer de una nueva vida.
De ahí que nos preguntemos muchas cosas, dudemos de nosotras mismas, nos replanteemos nuestras ideas y principios, busquemos respuestas, conectemos con nuestro instinto, con nuestra esencia. Tampoco nos deja indiferente ese nuevo papel que interpretamos de responsabilidad, de cuidado, de protección, de lucha, de garra, de cambio. Ese rol que nos coloca como cuidadoras principales de un ser humano vulnerable, que irremediablemente siempre será una parte de nosotras mismas.

Sin duda, la maternidad suele marcar un antes y un después en nuestras vidas. Si además profundizamos en la intensidad del momento nos daremos cuenta de que es el principio de un nuevo camino, de una nueva ruta, de una nueva vida.
Ahora, desde la casilla de salida, espera turno, tira los dados y cuenta, a ver qué caja de sorpresas te espera, día tras día.
Vanessa Ojeda
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