Es un sentimiento muy profundo, tanto que cuesta definirlo y es imposible cuantificarlo. No sabes exactamente qué ha cambiado pero hay algo nuevo dentro de ti. Se traduce en un amor infinito, en admiración, en sorpresa, en mucha ternura, en necesidad, en miedo. Admirar cómo crecen, cómo aprenden cosas nuevas, las respuestas que te dan. Ves a través de sus ojos el mundo y su lógica es rotunda, tanto que sus afirmaciones, a veces dan respuestas muy simples a problemas que se nos planteaban muy difíciles de resolver. Te sorprenden también con su imaginación, la que simula un barco con una caja de cartón y la que esconde un monstruo grande y peludo dentro del armario.
Su ternura, técnica de supervivencia por naturaleza, te conmueve. Verlos dormir te hace sentir una paz que nada más en el mundo puede proporcionarte. La ternura es la que hace que necesites tocarlos, acariciarlos, abrazarlos, darles besos. Sentir su cuerpo cálido entre tus brazos y perderte. Olvidar todo lo que te rodea y llenarte de amor.
Su piel es tan suave y sus manos y pies tan pequeños. Sus deditos tan chiquitines y sus muslos tan regordetes que los tendrías durante horas entre tus manos.
Su alegría es contagiosa. Sus risas no pueden evitar hacerte sonreír. Te atrapan y te cambian el humor. Ya nada importa como antes. Tu vida se transforma. Ellos se convierten en el centro de todo y lo demás, forma parte de otro mundo, y otra vida, que ya no es la que más te importa o te interesa. Pero también descubres algo dentro de ti que ha aumentado de forma considerable y es muy distinto al que conocías hasta el momento: el miedo. Un miedo a muchas cosas: a equivocarte, a hacer algo mal, a que se pongan enfermos, a que crezcan, a perderlos, a tener que explicarles qué es la tristeza o la soledad, al miedo mismo, a la muerte. Y entonces tiendes a aislarte en su mundo porque en él no oyes ni ves ni lees las noticias, los periódicos, la radio o las redes sociales. De esta forma sientes como si les aislaras de todo mal aunque realmente no sea así.
En ocasiones tu miedo va también acompañado de un leve sentimiento de duelo. Cada día, cada mes y cada año que pasan, se viven como una pequeña pérdida de momentos que ya no volverán: sus primeros pasos, su primera risa, sus primeras palabras, sus besitos, sus abrazos, el tacto tan suave de su piel, el olor a bebé, el calor de su cuerpo pegado al tuyo, la emoción de abrir los regalos de Reyes; en definitiva un conjunto de recuerdos que no queremos olvidar nunca. Por eso desearíamos detener el tiempo y saborear todas esas situaciones hasta diluirlas y convertirlas en imágenes imborrables en nuestra memoria. Para que no se pierdan, para que no se olvide.
A la vez sientes un orgullo por su crecimiento, por su maduración, por sus logros. Y una felicidad de verlos crecer cada día y saber que nuevas etapas se aproximan.
Todos estos sentimientos, y el amor, sobre todos ellos, te invaden, te moldean y te transforman. Te hacen más fuerte, más valiente, te ayudan a seguir adelante, te hacen luchar, te muestran facetas de ti misma que prácticamente desconocías. Te hacen llorar y sobre todo reír. Son un conjunto de sensaciones y sentimientos que te convierten en una nueva persona, te hacen mamá.
Vanessa Ojeda
Conchi says
Precioso Vanessa.! Si.escribieras un libro seria el primer libro que me leeria y sabria con certeza que me gustaria al cien por cien. Me encanta como escribes. Enhorabuena. Un gran beso.
Mamá se escribe con amor says
Gracias Conchi. Sería maravilloso poder escribir un libro y todo un honor que fuera el primero que leyeras. Si algún día escribiese uno, pensaría en ti por todo el apoyo que me brindas. Un beso enorme!