Ernest
Así, casi sin darme cuenta, completas tu novena vuelta al sol haciéndome totalmente consciente de que el tiempo no se detiene. Este último año no se parece en nada al rubicón. Más bien, una nueva metamorfosis. El cambio en ti está siendo tan grande que, a momentos, me cuesta reconocerte.
De repente, está mostrándose un lado muy guerrero tuyo. Se multiplican las peleas con tu hermano, cuerpo a cuerpo, ahora que él ha dejado de pegar (para empezar a gritar). Sin embargo, tú te has atrevido a luchar y plantarle cara, aunque de una forma más ruda.
Y no solo a él, a nosotros también. Cada día es un reto conseguir que te responsabilices de tus tareas. Y la negociación no está siendo fácil. Incluso estoy teniendo que ponerte límites físicos para que pares y eso no era nada habitual contigo. Me has obligado a estirar mucho del hilo para saber qué está pasando y sigo investigando si se debe a una prematura revolución hormonal. Supongo que poco a poco lo iremos descubriendo juntos.
Por otro lado, tu mundo interior sigue siendo el gran protagonista. Está lleno de ilusiones, proyectos, emociones y sentimientos, todavía aderezados de inocencia.
Y ahora, destaca también el uso del lenguaje. Hablas mucho. Deprisa. Largo y tendido. No te paran las disfluencias, la verborrea de tu hermano, ni las interrupciones. ¡A veces no consigo seguir el hilo de la conversación cuando os ponéis a hablar sin parar!
Y qué decir de la lectura. Lees mucho. Mayoritariamente cómics. Aunque últimamente te has atrevido a probar libros para más mayores.
Tu esencia sigue siendo la misma: la delicadeza. Aunque cada vez se muestra de una forma más tímida. Pero cuando lo hace, nos conecta totalmente. Tus masajes, tus abrazos, tus cuidados y caricias saben a ti. ¡No dejes de regalarnos esa parte de tu persona!
Me preguntas si tienes talentos y te respondo que no lo sé, pero que sí tienes habilidades. Dudo de si hay talento, porque tu potencial no ha salido totalmente a la luz. Porque no muestras todas tus cualidades. A menudo pienso que las guardas como un as bajo la manga.
Y en este último año todos, incluso tú, estamos trabajando para que se rompa tu muro de contención y surja el verdadero Ernest. Y creo que lo estamos consiguiendo porque la transformación que se está produciendo en ti es sorprendente.
Ahora me queda la incógnita de saber cómo será finalmente la mariposa que saldrá de la crisálida. Deseo que siga siendo muy parecida a ti, a tu yo de siempre, pero que brille con luz propia, sin sombras, sin espejos. Que vuele libre y alto. Y aletee con la misma delicadeza que le caracteriza.
Te quiero Ernest, así como eres. Sigue girando en torno al sol muchos años más. ¡Felices 9!
Vanessa Ojeda