Durante años, el ciclo femenino ha sido para mí un martirio.
Me vino la regla con 12 años. Y me lo tomé mal, porque mi madre siempre me habló del tema como algo negativo (de hecho, lo llamaba “el rollo”) y no me extraña porque los dolores eran insoportables.
Era todavía una niña que jugaba con muñecas, que aún me hacía pipí en la cama y tenía que soportar horribles dolores en la zona lumbar baja, no en los ovarios ni en el útero.
Me dieron unas pastillas que poco hacían y que, si tardaba en tomármelas, ya no había nada que hacer. Me ponía pálida y acababa vomitando. Eso me pasó un par de veces en el instituto y muchas más en casa. Así que empecé a tomar algo más fuerte, hasta que a los 20 años me decidí por los anticonceptivos orales. Los tomé durante 8 años. Fui ingenuamente feliz. Un ciclo regular, escaso sangrado, indoloro, conociendo las fechas exactas de llegada y fin.
Para mí era perfecto. Eso sí, engordé 8 kg. Aunque estaba mejor que ahora con ese peso, la verdad. Pero está claro que no era nada sano.
En cuanto las dejé, mis hormonas petaron. Como consecuencia: un hipertiroidismo y una prolactina más alta que la de una madre lactante. Además, estuve 16 meses sin regla. Los médicos llegaron a tratarme de anoréxica.
Una vez restablecido el ciclo, de forma natural, me decanté por el ibuprofeno para los dolores y con uno, o alguna vez dos, aguantaba bien. Aunque volvieron las reglas irregulares, el acné, el exceso de vello, …
Más tarde llegaron los embarazos y los partos y yo esperaba que se me quitaran los dolores porque así le había ocurrido a mi madre. Ella tanto me lo repetía que yo tenía esa expectativa. Pues no. En el segundo parto los dolores de las contracciones eran idénticos a los de la regla, pero más intensos. Tras los dos partos, las reglas me vinieron a los 12 y 11 meses respectivamente. Se hicieron largas e irregulares. Y los intervalos más cortos, varios días previos de manchado, acné más abundante, llagas en la boca y dolores cada vez menos intensos.
Estuve mucho tiempo así, pero hace más de un año decidí empezar a tomar aceite de onagra para regular las hormonas y me ha dado muy buen resultado. Ahora el dolor es soportable. Menos llagas y acné. Aunque persiste el sangrado previo, y los ciclos siguen siendo algo más cortos, al menos el dolor se ha minimizado. Incluso hay meses en los que no tomo nada.
Durante un año fue todo bastante bien. Pero hace algunos meses tuve el ciclo alterado y me dio por pensar en la menopausia y en la cantidad de mujeres que nos acercamos a ella, aunque a priori aun nos queden bastantes años y tengamos un sistema reproductivo joven.
Me dio por pensar en cómo empieza a cambiar nuestro físico. Una abuela mía decía que cuando se retiraba el periodo desaparecía la salud. Ahora entiendo mejor a lo que se refería.
No sé cuánto tiempo me falta para entrar en esa fase, pero ahora que le doy vueltas al tema, ya no me apetece que llegue tan pronto como antes lo deseaba.
Esto probablemente es culpa del empoderamiento femenino al que me “empujan” mis compañeras de batalla. Sé que este tema, sobre la feminidad, su ciclo y su influencia en el día a día es mi asignatura pendiente. De todas formas, ahora lo veo de otra manera. Estoy más cerca de la reconciliación, aunque quizás sea más tarde de lo que debería.
Si tenéis hijas pensad en cómo enfocar este tema para no convertirlo en un drama. Recordad que no es lo mismo el vaso medio lleno que medio vacío.
Vanessa Ojeda