Hijo, uf, qué palabra tan grande, tan llena de significado, tan apegada, tan dependiente pero que en realidad surgió de algo tan pequeño; fruto de una célula tan minúscula que se fue transformando en algo tan grande, fue creciendo, hasta ser tú. Y como la soledad resulta triste, hijo, no eres solo tú, no eres uno solo, sois dos, dos hijos. Y todo se multiplica por dos.
Y hoy me dirijo a ambos para deciros…
Perdóname hijo por no estar preparada. Perdóname por las dudas. Perdóname por las incongruencias. Porque para ser madre no existe un máster o carrera ni hay un manual.
Perdóname hijo por equivocarme ayer, hoy y mañana. Por darte demasiados besos algunas veces y por gritarte otras tantas. Perdóname hijo por no poder centrarme en ti las 24 horas del día porque yo también amo a tu hermano, a tu padre, a nuestra familia y amigos. Perdóname hijo por no haber jugado hoy contigo porque estaba haciendo tareas de la casa o por haberme parado a hablar con otra mamá en la calle. Perdóname hijo por haberme enfadado esta mañana por una tontería.
Perdóname hijo por haberte dejado en la escuela para ir a trabajar. Y también por haber olvidado que querías que bailáramos juntos. Te pido perdón también por no haberte dado un beso anoche cuando te fuiste a dormir. Y por no tener todas las respuestas, por no estar a la altura de las expectativas o por no haberte creído.
Y perdóname aún más por ser imperfecta. Por no saber hacerlo todo bien a la primera, por equivocarme y volverlo a intentar, por errar y rectificar, por probar cosas nuevas y diferentes, por caminar a cámara lenta, por investigar y preguntar, por compartir e informarme.
Porque no se nace sabiendo ser madre. Porque aún estoy en periodo de prácticas. Porque no sé cómo hacerlo mejor.
Perdóname hijo porque solo sé ser buena madre amándote.
Te quiero,
Mamá.
Vanessa Ojeda
Deja una respuesta