Hace pocos días hablaba con una mamá, que además es psicóloga, sobre lo difícil que es tomar decisiones sobre tus hijos, educar, intervenir en sus pequeños problemas diarios, vigilar las relaciones en el colegio, etc., y yo mostraba mi preocupación por montones de cosas; en un momento de la conversación me dijo: “te preocupas demasiado, tú vas a la letra pequeña”.¡Gracias! Cómo me ha servido ese comentario para reflexionar.
Sí, nuestros hijos son lo más importante y sí, queremos hacerlo lo mejor posible con ellos. Por supuesto nos preocupa todo lo que les pasa y sí, también sentimos culpa. Además intentamos llegar a todo, en pocas palabras, ser supermamás.
Y está claro que nada hay de malo en ello pero tomemos algo de distancia y reflexionemos:
- ¿Somos una familia sana que nos queremos?
- ¿Tratamos bien a nuestros hijos?
- ¿Fomentamos el amor y el respeto?
- ¿Transmitimos unos valores positivos?
- ¿Ponemos unos (pocos) límites?
Seguro que la mayoría de respuestas son sí. Pues será que no lo estamos haciendo tan mal.
No pasa nada si un día gritamos a nuestros hijos. No pasa nada si nos equivocamos. Ni pasa nada si hay que rectificar. Ni si tenemos que pedir perdón. No pasa nada si un día deseamos un rato de tranquilidad. Ni si buscamos tiempo para nosotros mismos. No pasa nada si nuestros hijos un día ven que nos hemos enfadado o nos ven llorar o si hoy les decimos que no tenemos ganas de jugar. Todos tenemos un mal día o nos levantamos de mal humor o nos equivocamos o nos sentimos agotados. Todo esto forma parte de las necesidades y formas de expresión humana. Si estas cosas ocurren de vez en cuando, forman parte de una relación familiar sana.
A veces nos pasa, y lo digo por experiencia propia, que queremos abarcar muchas cosas, controlar todo lo que nos rodea, mejorar todas y cada una de las cosas que hacemos, que todo salga bien, rozar la perfección. Y entonces si algo no sale bien, nos venimos abajo. Nada es perfecto.
Antes de llegar a eso, probemos a parar, respirar hondo, reflexionar y descansemos. Relajémonos por un instante. Hay momentos en los que nos bloqueamos porque nos centramos en los pequeños detalles y eso nos impide tener la visión de un todo. Como dice alguien en mi trabajo: “A veces el árbol no te deja ver el bosque”…
Seguro que no lo estamos haciendo tan mal, ¿no? ¿Acaso no amamos, cuidamos y respetamos a nuestros hijos? Y ellos, ¿no es eso lo que están aprendiendo de nosotros?
Sería estupendo hacer este ejercicio de relajación e introspección de vez en cuando, especialmente para quitar importancia a pequeñas cosas que hacen los niños que a veces nos resultan mucho más inaceptables de lo que en realidad son. Convendría centrarnos en las cosas realmente trascendentales, esas que les acompañarán toda la vida.
Vanessa Ojeda