Desde que tengo recuerdo mi vida ha estado llena de planificación, organización, control, orden, perfeccionismo y exigencias, sobre todo lo que hago, digo y vivo. Es algo innato en mí. No lo puedo evitar. Cuando algo está fuera de esos parámetros, todo se vuelve caótico y pierdo el control.
Cuando nació Abraham y después de todas las dificultades iniciales, nos resultó muy complejo coger una rutina. Me di cuenta cuando ya habían pasado varios meses. Cada día era diferente. Lloraba mucho, dormía poco y yo no sabía qué hacer ante su malestar. Poco a poco comprendí que necesitábamos una rutina que aunase organización, horarios y actividades con un cierto orden. Eso, su crecimiento y nuestro conocimiento mutuo ayudaron a sobrellevar la situación.
Con Ernest el patrón se repetía pero Abraham nos obligó a crear una rutina desde el principio pues teníamos que seguir sus horarios.
Nos fue mucho más fácil establecer una rutina y la situación fue más llevadera. Ayudó enormemente también el porteo. Y aunque con el bebé lo llevábamos mejor, nuestra casa seguía siendo un caos. Y aún hoy lo sigue siendo pero ahora todo va un poco mejor.
A pesar de ello, como siempre tuvieron problemas para dormir y eso les hacía estar irritables, el tiempo de dormir y sus horas siempre han sido sagradas para mí. Eso significa que quiero que sigan una rutina, eso no solo les ayuda a ellos sino que es fundamental para mí. Y soy tan estricta en ese sentido que llevo muy mal que estén fuera de casa las horas de sueño pues sé que al hacer algo diferente se emocionan y les cuesta dormir mucho más. Eso se traduce en menos horas de sueño y la repercusión llega al día siguiente, cuando están irritables, cansados, malhumorados y todo ello les lleva a llantos, enfados, peleas y un día totalmente fuera de rutina. Mis padres lo pueden certificar, soy muy intolerante. Me sienta mal esa situación y estoy molesta con que los demás se hayan saltado la rutina.
No obstante a medida que crecen lo van llevando mejor, no deja de ser una falta de descanso que pasa factura.
Sé que debería relajarme un poco y a veces dejarme llevar mínimamente por la improvisación pero me cuesta tanto perder el control, …
Aunque reconozco que a pesar de ser algo que va en mi persona, son muchos los beneficios de la rutina, especialmente en los niños pequeños. Les ayuda a ubicarse en el espacio y el tiempo, les orienta sobre lo que pasará en cada momento y todo ello les aporta seguridad.
Por eso recomiendo a todas esas familias con problemas de sueño, de llantos, de cólicos, de necesidad de contacto constante, que prueben la rutina. No les hará ningún daño y los resultados pueden ser muy beneficiosos.
Vanessa Ojeda