El domingo regresamos de nuestro viaje (Desde Italia con amor) con muchas ganas de ver a los niños. No estábamos seguros de si estarían despiertos, pero sí, aún lo estaban al llegar a casa.
Nos recibieron muy contentos, con énfasis y abrazos. Totalmente emocionados. Les costó mucho dormirse, cosa que ya me descolocó, porque veníamos agotados, desesperados por ducharnos y cenar algo. Y nuestro hijo mayor no se durmió hasta las 12 de la noche…
Esta última semana no ha sido nada fácil. Al llegar encontramos unos niños muy descontrolados. Habían pasado varios días sin rutina, durmiendo pocas horas de noche y compensando con largas siestas de día. Creo que habiendo visto mucha televisión, habiendo ejercido poca autonomía, con pocos límites y muchas cesiones.
Resulta complicado tratar este tema con los abuelos, que se hicieron cargo de ellos durante estos 4 días, pues no entienden las consecuencias que tienen estos cambios en ellos y, claro está, lo han hecho lo mejor que han sabido, haciéndonos un favor.
También imagino que en el fondo los niños deben estar enfadados por habernos ido sin ellos (cosa que no teníamos pensada, pero que ha surgido de repente) o sino no acabo de entender la actitud que han tenido y siguen manteniendo estos últimos días. Negativas constantes, malas contestaciones, gritos, faltas de respeto, rabietas, enfados,… Una retahíla de comportamientos bastante orientada a sacarnos de nuestras casillas.
Reconozco que mis reacciones ante tales circunstancias no han ayudado en nada. Y no las quiero justificar pero detrás hay un agotamiento y creo que una fase hormonal extremos. Sinceramente estamos llevando mal la situación. También se ha acrecentado por estar en verano y fuera del ambiente habitual.
Además, a las 48 horas de llegar, nuestro hijo mayor se hizo un esguince en un pie al saltar a lo loco de unos 2 metros de altura. Y el incidente no ha hecho más que complicar la situación.
En definitiva, está siendo duro gestionar sus emociones y las nuestras. Nos topamos con poca paciencia por nuestra parte (especialmente en la parte que a mí respecta) y poca colaboración por la suya.
Ya casi me he olvidado del viaje, aunque lo disfrutamos, se ha esfumado rápidamente dando lugar a una crisis familiar diaria. En algunos momentos casi uno se arrepiente de haberse ido de viaje o se le quitan las ganas de volver a hacer otro.
Aunque espero que en los próximos días nos recuperemos todos y la situación se empiece a normalizar, no creo que sea fácil pues ahora toca “colocar” a los niños hasta que empiece el cole e inevitablemente seguirán sin rutina, cosa que, al final, nos descoloca a todos.
Vanessa Ojeda