Conocí a Míriam Tirado a través de una amiga. Vi algún vídeo suyo y sabía que era alguien muy apreciado entre la comunidad de madres. Pero si he de ser sincera, no la seguía. Se podría decir que no puedo seguir a nadie por falta de tiempo.
Pero dado que es una persona tan mediática, cuando supe que venía a Mallorca, no me pude resistir. Así que allí estaba yo, sin saber casi nada de Míriam, escuchándola hablar de la gestión de las emociones en los niños. Salí encantada porque te hace caer en la cuenta de lo que les pasa a ellos y a nosotros. Y todo explicado con ejemplos y en clave de humor.
Hoy, varias semanas después, quiero compartir algunas de las ideas con las que me quedé de su charla. Espero que os resulten tan útiles como a mí. Desde luego me ha ayudado mucho a cambiar la perspectiva y actuar en consecuencia. Recordáis que hace unos meses os hablaba de un punto de inflexión (Punto de inflexión), pues esta charla ha sido otro punto de inflexión.
Es maravilloso ser consciente de que el bebé y su mamá están absolutamente conectados y cuentan con una fusión emocional que se puede prolongar más allá de los 2 años.
Además los niños tienen unas necesidades básicas: comer, dormir, jugar, contacto físico, presencia física de los padres,…
Si alguna de las necesidades no se ha satisfecho, les genera inseguridad y eso se traduce en rabietas, enfado, llantos, etc. ¿Qué podemos hacer al respecto?
- Preguntarnos qué necesidad básica no se ha satisfecho.
- Validar las emociones, describir lo que está pasando. Por ejemplo: “Veo que estás enfadado”. Al validar la emoción, el niño se relaja. Debemos evitar etiquetar las emociones.
- Decirles que les entendemos. Por ejemplo: “Te entiendo cariño, sé lo que te pasa, eres pequeño”.
- Después callar para poder escuchar lo que ellos quieran decir.
- Evitar abusar del “no” a lo largo del día. Decir muchas veces NO va en contra de su estabilidad emocional.
- Anticiparnos y valorar las consecuencias de decir sí o no.
- Evitar compararlos con otros niños. La maduración de cada niño se da en momentos diferentes.
- Tener claro que las percepciones del niño y el adulto son totalmente distintas.
- Si una emoción estalla, respirar. Si no reaccionamos a ella, no la estamos gestionando, por tanto el niño sigue sin saber qué le ocurre. A veces nos encontramos con dos grandes enemigos a la hora de gestionar emociones: el cansancio y el estrés. Con ellos nos resulta tremendamente difícil gestionar emociones.
- Gran parte de las emociones en la infancia surgen al levantarse o acostarse. De ahí que a esas horas se alargue tanto la rutina, hablen sin parar o se muevan tanto. Y pretendan postergar el momento de ir a dormir. Se recomienda empezar un rato antes y así darles tiempo para expresarse. Y evitar irse a dormir enfadados con ellos pues es su última imagen del día. Y si papá o mamá están enfadados, ellos se angustian.
- Por último, tener perspectiva. Y si te preguntas: ¿De qué me arrepentiré a los 80 años en relación con mis hijos? Probablemente las respuestas serán similares a las de nuestros abuelos:
- De haber pasado poco tiempo con los hijos,
- De haber sido demasiado exigentes,
- De no haberles escuchado más.
En conclusión, sí, sabemos que nuestros hijos sienten diferentes emociones y sí, incluso podemos detectar el origen de las mismas, pero quizás no sabemos gestionarlas.
Ha sido para mí revelador aprender a validar emociones, a ponerle nombre y reconocer que les entiendo pues eso me ha ayudado a gestionarlas mejor, a reducir el nivel de exigencia y sobre todo a auto gestionar mis propias emociones.
Fue enriquecedor escuchar a Míriam tirado. A veces necesitamos que alguien nos encienda la bombilla.
Os invito a que lo pongáis en práctica y me contéis los resultados.
Vanessa Ojeda