Tienes hijos, los justos, los que deseabas, incluso perdiste alguno en el camino por desgracia. Y de repente tienes una falta. ¡No puede ser!. Has tomado precauciones siempre. Evitando que ocurran estas cosas. Pero algo no ha ido bien. Mal uso, probabilidad de fallo, caducidad, olvido de dosis, qué más da. El hecho es el que es y el embarazo se confirma.
No entraba dentro de tus planes, ni de la economía ni la organización familiar, y ya ni hablemos de la carrera profesional. Ni te lo planteabas. Sabías que no querías más. ¿Y ahora qué?
Esta bien podría ser la historia de un par de personas que conozco. Que tuvieron que asumir la realidad y tomar una decisión: seguir adelante con todas las consecuencias o, la más dura de sus vidas, interrumpir el embarazo, con todas sus consecuencias.
Afortunadamente para mí, esta no es mi historia, porque no querría ni verme en esta situación. Porque yo soy de las que lo tengo decidido: no quiero más hijos. Por muchos y variados motivos. Y pongo todos los medios para que no suceda. Pero, ¿y si me pasase a mí?… ¡Qué duro! ¡Qué difícil!
En un par de ocasiones (una de ellas hace muy poco), por desarreglos hormonales tenía síntomas parecidos a los del inicio de un embarazo y durante varios días sólo pensaba en que si era así yo no quería tener otro hijo, ni volver a empezar, ni siquiera sabía cómo nos arreglaríamos en tal caso. Casi tenía claro que yo no seguiría adelante. Me realicé la prueba de embarazo y sentí un cierto alivio. Pero también sentí una pequeña decepción.
Qué curioso saber que quieres que nada en tu vida cambie. Que no quieres ver peligrar de nuevo los cimientos familiares ni añadir dificultades al lío que ya tienes. Y aún así percibir que sigue existiendo el deseo oculto. Que una parte de ti se entristece.
Me hizo reflexionar. Ahora sé que como persona decidiría no tener otro hijo pero como madre me resultaría imposible poner fin a la vida de un hijo. Así que solo deseo no tener que verme en esa tesitura porque no sé qué haría.
Pretendía hoy apoyar a todas esas personas que han pasado por ello y han tenido que tomar decisiones muy difíciles. Que nadie las juzgue. Bastante duro es ya de por sí.
Vanessa Ojeda