No deja de sorprenderme la gran cantidad de familias que alimentan a sus hijos con comida que dudo pueda ser calificada de saludable.
Tampoco soy quien para juzgarlas o culparlas. De hecho es la industria alimentaria la que es responsable de la proliferación de alimentos poco saludables.
El otro día caminaba por los pasillos del súper y pensaba: “solo hay tres zonas de comida saludable, básicamente: 1) frutas y verduras, 2) carnes y pescados, 3) cereales y legumbres, y el agua, como bebida. Que si hiciéramos un análisis en profundidad, hasta encontraríamos que estos grupos de alimentos contienen elementos peligrosos.
Qué decir del resto de pasillos: bollería industrial, bebidas azucaradas y gaseosas, panadería procedente de masas precocinadas, congeladas y después horneadas, carnes procesadas, comidas preparadas, comidas preparadas congeladas, lácteos, chocolates, patatillas, zumos, cereales azucarados,…
Como habitualmente voy a comprar los mismos productos y a veces voy con los niños, no tengo tiempo de fijarme en todo lo que venden. Pero he visto que ya no solo hay arroz hervido en vasitos, sino hasta bolsas de arroz hervido congelado. Y yo sin enterarme. En serio, ¿ya ni somos capaces de poner agua a hervir, tirar el arroz y dejar que hierva 10 minutos? Somos el colmo de la vaguería. Hay tanta comida preparada, que la gente está dejando de cocinar.
Y, ¿qué pasa con los niños? Pues que desde que nacen, y sin entrar en la polémica de la lactancia que sus padres hayan decidido darles (materna o artificial), que eso da para otra parrafada, cuando se les introduce la alimentación complementaria, nos encontramos con cereales con azúcar, potitos con azúcar o sal, fruta bebible, galletas “sin azúcar” y una emergente industria de “mi primer”, … y de ahí ya pasamos a cuando tienen 2 o 3 años y empiezan a entrar en contacto con otros niños, otras familias, fiestas de cumpleaños, etc. De ahí a no querer comer la mitad de cosas, pasando por la fase “sólo carne con patatas” y de ahí el salto a la “comida basura”.
El otro día, sin ir más lejos, fui al parque con mi hijo pequeño. Llegamos solo cinco minutos antes de la salida de un colegio cercano. Cuando empezaron a llegar los niños y les ofrecían la merienda no dejé de ver aparecer zumos, batidos de chocolate, pastelitos, cruasanes, chocolate, … con un poco de suerte vislumbraba algún bocata y algunas Quelys y solo conseguí ver un plátano. Asombroso, ¿verdad? Nosotros llevábamos fruta, Quelys, anacardos y agua.
Y qué decir de las fiestas de cumpleaños: zumos, bebidas gaseosas, patatillas, ganchitos, ruedas, crema de chocolate, gelatina, y por supuesto las chuches. Esto último que no falte.
Habíamos conseguido que nuestros hijos no hubiesen probado la cola hasta este verano y creo que el mayor hace poco probó por primera vez la naranjada también y tiene 6 años. Con el pequeño no hemos conseguido alargarlo tanto. En cambio muchos otros niños ya las toman de forma habitual desde bien pequeños.
Por nuestra forma de vida, nuestros principios, y por el camino que queremos seguir, llevamos una dieta bastante saludable: cocinamos mucho en casa, compramos en muchos sitios diferentes buscando productos concretos, y revisamos las etiquetas de los productos cual Sherlock Holmes buscando una pista.
Así que reivindicamos la alimentación saludable sabiendo que tenemos en contra el bombardeo publicitario, la presión de la industria alimentaria, el ritmo de vida estresante, el cansancio y las miles de maneras en que se puede invertir el tiempo libre que no sea cocinar.
Da pereza y tenemos poco tiempo, pero ¿habéis probado a cocinar con los niños?
Los nuestros disfrutan de remover, amasar, echar ingredientes, cortar, separar, etcétera. Es una manera de pasar tiempo juntos fomentando la cooperación, la experimentación, el aprendizaje y sembrando la semilla del amor por la cocina, la alimentación sana y el trabajo en equipo. Reconozco que se manchan, hay comida por todo y nos lleva más tiempo; y eso me pone un poco de los nervios, pero es una inversión a largo plazo que seguro agradeceremos en el futuro.
Os animo a probarlo. Cocinar, ir a la compra, colocar los alimentos. Convertir la alimentación en un hábito saludable.
¿O no nos encanta ir a comer a casa de nuestras madres y abuelas y saborear la buena comida? No dejemos que eso se pierda.
Vanessa Ojeda