Llega la época de escolarización. Estos días muchas personas de mi entorno visitan centros con la intención de decidirse por la mejor opción para escolarizar a sus hijos. Hace dos años que pasé por la misma situación. Visitamos varios centros, solicitamos información e hicimos un análisis comparativo de las escuelas.
Una decisión muy difícil, basada en cómo encajarlo en la familia con la situación económica y laboral. Conciliación de la vida laboral y familiar, ¿eso qué es?
Y ahora que el niño lleva 1 año y medio yendo al colegio la gente me pregunta: ¿qué tal? y yo siempre pongo la misma cara de “ni fu ni fa” porque sencillamente al final lo que importa de verdad de un colegio es su filosofía. Su manera de hacer las cosas, cómo el personal docente y no docente se relaciona con tu hijo, qué cosas le explican, cómo se dirigen a él, cómo consiguen una colaboración por su parte, cómo reaccionan si tu hijo hace algo no permitido, qué clase de castigos y premios aplican, cómo intervienen cuando los niños se pelean, si comen o no comen, si van al baño o no, si beben agua o no,…
Porque cuando te separas de tu hijo tantas horas al día y lo dejas con alguien deseas que esa persona lo trate como tú, le hable como tú, aplique los mismos principios que tú, le enseñe los mismos valores,… ¿Por qué sino los dejamos a menudo con los abuelos? Porque creemos que ellos los tratan con amor e intentan hacer las cosas como tú las harías.
Pero resulta que vivimos en una época donde la educación es muy tradicional. Los centros que buscan abrir la mente y enseñan desde otros puntos de vista no están al alcance de todos (en nuestra comunidad, actualmente, son todos de pago). Así que lo que me encontré es un centro donde la maestra se dio de baja antes de empezar el curso, que regresó un par de meses después (o sea doble adaptación para los niños) y con muy poca motivación para trabajar. Se mostró muy retraída y poco participativa. Ah y se me olvidaba esta maestra ofrecía habitualmente chucherías como premio cuando hacían algo bien.
Ciertamente ha sido mala suerte.
Afortunadamente este curso contamos con otra maestra que deja el listón muy alto. Nos gusta mucho cómo se relaciona con los niños, cómo hace las cosas y que realmente se lo “curra” mucho y eso nos da una seguridad impagable.
Otro tema que me ha decepcionado profundamente del centro ha sido el personal auxiliar de comedor que, al no ser personal docente, básicamente se dedica a controlar a los niños mediante castigos y gritos.
En definitiva y, dadas las circunstancias referidas a la educación en esta comunidad y en este momento y las referidas a la economía doméstica, no podemos optar a elegir centros escolares donde la filosofía coincida con nuestros principios y valores; si buscamos algo diferente al modelo educativo tradicional que recompensa los méritos académicos por encima de todo lo demás.
Y, ¿queréis que sea sincera? Estudié, estudié y estudié, sacrificando mi vida durante años hasta conseguir acabar una carrera universitaria práctica y, obviamente, es formación y cultura pero ahora puedo decir que la carrera profesional no lo es todo en la vida. Es como el dinero, no da la felicidad, pero ayuda. Así que no quiero presionar a mis hijos en el futuro para que obtengan estudios universitarios sí o sí. Será una recomendación. Si lo hacen, nos parecerá estupendo, pero si no lo hacen y deciden formarse en otra área o tienen talento para algo, les apoyaremos y, si podemos económicamente, financiaremos.
En conclusión, solo me importa que sean buenas personas y se ganen la vida de una forma digna.
Al final el colegio no lo es todo en la vida. Crea un ambiente mejor o peor para crecer pero obviamente el hogar es el lugar donde inculcar valores, seguridad, autoconfianza, enseñarles a respetar a los demás, el entorno y las normas; y por encima de todo que el amor es la base sobre la que crecer y desarrollarse como personas el resto de sus vidas.
Vanessa Ojeda