Una, cuando es madre primeriza y no se ha rodeado de otras mamás con experiencia, a la primera dificultad que surge relacionada con la lactancia, probablemente acudirá al personal de bata blanca en busca de ayuda. Empezando por las comadronas en el hospital, siguiendo por las enfermeras (incluso las auxiliares) y acabando por los ginecólogos y pediatras.
¿A quién no le ha ocurrido? Porque a mí sí. Afortunadamente tuve una ayuda inestimable que se encargó de enviarme a una comadrona (de estrangis) en el mismo hospital al inicio de la lactancia. Aún así tuve que soportar por parte del personal sanitario pellizcos en los pezones para comprobar si tenía leche, al bajar del paritorio, despreocupación absoluta sobre la evolución de la lactancia, una pobre información sobre la lactancia artificial, ni interés en explicar el progresivo aumento de la cantidad de suplemento, indiferencia sobre la evolución del niño, información nula sobre cómo solucionar la situación si yo quería amamantar (cosa que obviamente les importaba un pepino), etc.
Todo esto durante un ingreso de 8 días de duración en el que el niño lloraba desconsoladamente (de hambre, entre otras cosas). Será que no hubo tiempo suficiente de darme una atención personalizada y ante todo humana…
Y no quiero pasar por alto decir que fui yo la que preguntó cada día cuánto pesaba mi hijo y que, tras haberle dado el alta a él varios días antes que a mí, hice llamar a la pediatra para comentarle que mi hijo había perdido un 12% de peso para que me orientara sobre qué debía hacer. Lógicamente me marcó unas cantidades de suplemento que la pediatra del centro de salud se encargó de ir aumentando hasta que yo, unas semanas después, decidí ir disminuyendo hasta eliminarlo por completo.
Lo que más me ayudó fue leer mucho, especialmente a Carlos González. Eso y las escasas dificultades para amamantar fueron las claves del éxito, que por cierto aún perdura.
La verdad es que durante un tiempo me indignó la actitud de los profesionales pero a medida que pasó el tiempo y especialmente cuando entré a formar parte de grupos de madres y asociaciones o grupos de apoyo a lactancia entendí que gran parte de las malas praxis se debe a la falta de formación. Y esto es así. Enfermeros, pediatras, ginecólogos, reciben una escasa formación en lactancia. Si poseen amplios conocimientos es por experiencia o iniciativa propia.
Afortunadamente no es el 100% de los profesionales que estoy etiquetando, pero el porcentaje es demasiado alto como para pasarlo por alto.
Toda esta parte de mi experiencia la tenía casi olvidada pero hace varios meses dio a luz una amiga y su experiencia fue terrible en este sentido. Tuvo dificultades en los 3 primeros días de vida de su bebé, que permaneció ingresada en el hospital, no sólo por la cesárea (que también), además por la lactancia. Lo resumiré en una palabra, grietas. Y la lactancia fracasó. ¿El problema? Frenillo corto. ¿Lo hubiera detectado alguna persona del entorno hospitalario? Es probable que no. Y ese es el problema.
Ella y yo hablamos de darle luz a su historia, pero será más adelante, cuando ella se sienta preparada para hablar de ello.
Esto, que me ha tocado muy de cerca, además de los montones de historias que me llegan de otras mamás a través del grupo de apoyo, me ha hecho revivir todo lo que pasé.
Por ello me decido a escribir sobre esto. Porque no quiero que siga pasando. No podemos permitir que hospitales de referencia como Son Espases sean incapaces de valorar y asesorar sobre la lactancia materna, el mejor alimento posible para un bebé. En cambio sí conozcan las pautas sobre cómo dar un biberón. Esto es denunciable. Y animo a que toda mamá que haya recibido un mal asesoramiento en este sentido denuncie. O acaso no denunciaríamos si a nuestro hijo le hubieran hecho un diagnóstico erróneo o le hubieran recetado un medicamento equivocado. Pues esto es lo mismo.
Pero yo voy más allá y me pregunto: ¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Qué está pasando? Una industria de la leche de vaca está dominando el planeta y tanto han conseguido convencer a los profesionales que están consiguiendo cambiar la forma en que se alimentan los bebés.
Gracias que existe esa alternativa para casos en los que es imposible amamantar (pocos) pero no debería ser la primera opción.
Sin duda, esto no se quedará aquí. Voy a poner en marcha una recopilación de gran cantidad de comentarios negativos, erróneos, denigrantes e intolerables, provenientes de profesionales relacionados con la maternidad, para que se sepa lo que está pasando en demasiados casos y añadamos un granito de arena que ejerza presión con el firme propósito de conseguir que siga cambiando el sistema hasta que ninguna madre abandone la lactancia por ser atendidas por profesionales desinformados. En los próximos días os informaré de cómo lo pongo en marcha. Sin duda, necesitaré vuestra ayuda.
Así como está funcionando el sistema en este momento, mis recomendaciones son:
- Si se desea amamantar y ya se tiene claro desde el embarazo, empezar a contactar con:
- grupos de apoyo a la lactancia,
- asociaciones de lactancia,
- grupos de madres con experiencia,
- informarse sobre sesiones de grupo de otras entidades,
- buscar el contacto de alguna asesora en lactancia y guardarlo por si hiciera falta más adelante o en algún momento,
- leer algunos libros específicos sobre el tema.
- Un regalo para toda la vida o Manual práctico de lactancia materna de Carlos González,
- Somos la leche de Alba Padró,
- visitar páginas de internet o aplicaciones especializadas en el tema:
- Alba lactancia,
- Lactapp,
- Consultas Alba Lactancia, grupo de Facebook,
- Asesoras de lactancia on line, grupo de Facebook,
- ABAM.
- Y, muy importante, si se detectan dificultades con la lactancia durante las primeras 48 horas de vida del bebé, aún estando en el hospital, contactar con profesionales de la lactancia que ayuden a identificar el problema y puedan orientar sobre posibles soluciones o derivar a profesionales especializados.
- Si hubiese dificultades en algún momento durante la lactancia, mismo procedimiento, contactar con grupos o profesionales de la lactancia.
Vanessa Ojeda