Las celebraciones de cumpleaños son una locura hoy en día. Tienes claro que no quieres caer en la tentación de celebrar una súper fiesta, como hacen la mayoría de niños hoy en día, pero casi sin darte cuenta vas subiendo el listón y acabas metiéndote en un buen fregado tú solita.
Ayer celebramos el cumpleaños de petit príncep que, despierto desde las 7 de la mañana, estaba tan agitado porque llegase el momento de la fiesta que las horas hasta el comienzo de la misma se hicieron muy cuesta arriba. Es que él es así, se emociona mucho y a la vez se impacienta; y me parece que estoy gestionando mal estas emociones porque aunque veo perfectamente lo que le ocurre no encuentro la manera de paliar su ansiedad. Y yo misma acabo poniéndome de los nervios…
Mi marido, al empezar con los preparativos, me dijo: “esta es la última vez, el año que viene en plan chiquipark (que nos lo den todo hecho, como un todo incluido)”. Y, por un lado, tiene razón, porque reconozco que es un trabajazo, desde la organización hasta la preparación de la comida (en la que está implicada toda la familia que nos echa una mano aportando alguna exquisitez gastronómica), pasando por la compra. Y eso que al final la fiesta fue mucho más simple de lo que queríamos porque me ha faltado tiempo para montones de detalles más que me hubiese gustado incorporar.
Pero, por otro lado, formamos parte de una familia con tradición culinaria y disfrutamos de reunirnos con la familia y amigos, especialmente con aquellos que no vemos a menudo. Y sí, nos gusta preparar comida y que la gente se sienta a gusto y disfrute.
Y al acabar estábamos tan agotados que parecía que nos habían dado una paliza. Pero al día siguiente (hoy) estoy contenta de la fiesta porque disfrutamos compartiendo el día con las personas que queremos, aunque realmente no das abasto con todo y no tienes oportunidad de hablar mucho con cada persona.
Sin embargo, al margen de todo el festín, hoy mi reflexión iba encaminada al tema de los regalos. Somos partidarios de pocos regalos, casi mejor uno grande, como en los viejos tiempos. Como cuando éramos pequeños. Porque lo que sucede en la actualidad está fuera de toda cordura. ¿Invitar a toda la clase al cumpleaños? ¿Un regalo por cada niño?
Al final el niño abre tantos regalos que ni sabe lo que le han regalado, ni ve más allá de los regalos, casi ni los agradece. Entra en un estado de trance en el que no soporta que nadie le toque los regalos, se enfada, hasta se enfurece si no es lo que quería o alguien se lo coge para jugar. Y sí, esto lo vivimos ayer. Y aún hoy, Abraham me ha dicho que le han parecido pocos regalos. Imaginaos mi cara, de pura estupefacción. A mí esta situación me hace reafirmarme en que las celebraciones de cumpleaños se han convertido en algo totalmente irracional.
Los niños tienen tantas cosas hoy en día, que no valoran nada. Y aunque te empeñes en que se hagan pocos regalos (como lo intento en Navidad), al final es imposible. Todo el mundo te devuelve el agradecimiento, en forma de presente, por el regalo que tú misma hiciste a sus hijos por su cumpleaños.
Pero en esta ocasión he de decir que esta mañana hemos repasado y colocado en la habitación todos los regalos y a mí personalmente me han encantado. Todos han sido cuentos y juegos de mesa, para compartir juntos, y ropa. Casi ningún juguete. Y además ocupan poco espacio. Así que el balance ha sido muy positivo porque su uso será gradual y serán regalos para disfrutar muchos años juntos.
He de decir que hubo uno que le gustó especialmente, fue un encargo que realizamos nosotros mismos en nombre de los amigos del cole, y han sido unas luces de colores.
Abraham es así. Disfruta con las cosas de “adultos”, cosas que decoran, que se enchufan, que tienen botones, que se conectan. Está tan feliz con sus luces, como si fuera un tesoro. Tanto es así que no deja que nadie se acerque.
En fin, como os he dicho, estamos de resaca. Pero seguro que el próximo año repetiremos… Porque, ¿no es el hombre el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra?
Vanessa Ojeda
Miriam says
Y nosotros agradecidos de poder participar año en año en la fiesta de cumpleaños de Abraham. Una celebración singular y entrañable en el que los peques, y los no tan peques, nos lo pasamos bomba. Enhorabuena familia!
Mamá se escribe con amor says
Muchas gracias Miriam. Contar con nuestros amigos de toda la vida y familia es lo que nos anima cada año a liarnos la manta a la cabeza y disfrutar de la fiesta.