He notado hace un par de meses una sensación casi olvidada.
Por todos es sabido que el sueño de mis hijos ha sido una de las dificultades más grandes a las que me he enfrentado durante la maternidad. Ha sido y sigue siendo una pesadilla que concilien el sueño de día pero no solo eso sino que los despertares nocturnos aún no se han acabado.
Desde que me quedé embarazada por primera vez empecé a dormir de forma más ligera y a experimentar varios despertares durante la noche. Nació Abraham y tuvieron que pasar 18 meses para que él durmiera toda la noche del tirón. En ese momento ya estaba embarazada de Ernest y seguí experimentando yo misma los despertares, hasta llegar al punto de abrir los ojos a las 4 am y no volver a dormirme.
Más tarde nació Ernest y volvieron las malas noches y con él hemos vivido algunas realmente duras. Incluso los primeros meses llegué a dormir semisentada, con él sobre mi pecho, porque no podía soportar más tantos despertares. Y a todo eso se unió que Abraham algunas noches también se despertaba.
Ernest tiene ya 27 meses y aún se despierta una vez por la noche (una buena noche), salta de su cama a la nuestra, se mete entre nosotros y se vuelve a dormir.
Desde el primer embarazo hasta ahora han pasado ya 5 años. Y os aseguro que es agotador. Pero desde hace unos meses he notado que a veces no oigo a los niños bajar de su cama, no oigo a mi marido levantarse para ir a correr, no oigo el despertador, incluso no me entero cuando Ernest viene a la cama. Parece ser que estoy perdiendo el sueño ligero, el estado de alerta permanente, para dar paso a un sueño más profundo y en definitiva reparador.
Todavía no he notado cambios significativos porque está coincidiendo con una etapa en la que me encuentro muy cansada y falta de energía. Pero sin duda a medio plazo me devolverá el buen humor o al menos desaparecerán los malos humos con los que me levantaba a diario. También espero recuperar parte de la memoria perdida o colapsada. Y, si es posible, sentirme más enérgica. Y, si no es mucho pedir, tener mejor cara.
En definitiva cubrir una necesidad tan básica como el dormir. Aunque es cierto que a todo nos acostumbramos, el descanso es salud y mejora la calidad de vida.
Y hoy es un día especial para mí, porque si no me falla la memoria y el subconsciente, la primera vez que he abierto los ojos eran las 7 menos algo de la mañana y eso significa que he dormido 7 horas seguidas. Tenía a mi hijo al lado y ni me había dado cuenta. Todo un logro. Eso sí las dos noches anteriores habían sido muy duras así que el cuerpo se ha tomado la revancha.
Vemos la luz al final del túnel. El único obstáculo que nos queda por superar es que Ernest también descanse toda la noche. Afortunadamente parece ser que están saliendo las últimas muelas y que cuando salgan del todo marcarán un antes y un después en nuestras vidas.
Vanessa Ojeda
Deja una respuesta