Mi hijo mayor durante la etapa del embarazo del pequeño y tras el nacimiento de su hermanito se sensibilizó mucho con el tema de los bebés y jugábamos con muñecos y muñecas, a darles el baño, peinarlas, llevarlas en el portabebés, dormir con ellas, etc. Así que pensé que le gustaría tener un carrito para pasearlas. Se lo pedimos a Papá Noel y se lo trajo.
Algunas veces paseaba muñecos, pero realmente en el carrito ha llevado de todo y con él hemos conseguido recorrer grandes distancias caminando, así que también nos fue muy útil para conseguir durante un tiempo ir a sitios caminando. En aquél entonces tenía poco más de 2 años.
La cocinita se la pedimos a los Reyes ese mismo año y se la trajeron también. Durante muchos meses jugó todos los días, sin excepción. Usándola para cocinar, guardar cosas, montar un bar, un súper, como colgador,… Y allá donde vaya: colegios, ludoteca, sala de juegos, casas de otros niños, etc., si hay cocinita, se va directo a ella aun, casi 2 años después.
Más adelante empezó a interesarse por las motos, bicis, etcétera. Así que algo más tarde, cuando mi hijo pequeño tenía poco más de año y medio, fue él quien empezó a querer sacar el carrito de nuevo a pasear (y por supuesto eso hizo que Abraham retomara el interés). A Ernest no le gustaba mucho poner nada dentro del carrito al principio. Luego empezó a sentar al bebé (el muñeco) y lo paseaba por toda la casa y por la calle.
Un día fuimos a la farmacia caminando con el carrito. Yo, casualmente, iba pensando por el camino que me parecía raro que nunca nos hubiesen hecho comentarios fuera de lugar porque un niño pasease un carrito. Y, ¡zas! nos tropezamos con el primero. Al entrar en la farmacia, una mujer algo mayor le dijo al niño: “Anda pero si eres un nene, ¿a dónde vas con ese carrito?”. Mi reacción fue girarme e ignorarla. No tenía ninguna intención de perder el tiempo contestando. Aunque no me faltaron ganas de decirle: ¿Es que su hijo o yerno acaso no pasea a su propio hijo en el carrito? La farmacéutica no pudo evitarlo y me dijo: “No entiendo cómo aún hay gente así”. Y es la triste realidad, sigue habiéndola. Y no tan lejos. En nuestras propias familias, vecinos o amigos. Mi hijo tiene cocinita, lavadora, escoba, fregona, aspirador, carrito de bebé y algún comentario he tenido que soportar sobre estos juguetes. Ha disfrutado y sigue disfrutando de jugar con esas cosas.
Pero aún hay un largo camino que recorrer en este sentido. Creo que incluso nosotros mismos nos topamos con algún pensamiento de este tipo. Sigue siendo evidente la presión social. Se critica a los niños que se pintan las uñas, se maquillan, se visten con atuendos femeninos, les gusta jugar con muñecas, cocinas, pulseras, collares, etc. E incluso a niñas que quieran jugar a fútbol, prefieren Star Wars a las Princesas Disney o les encanta jugar con peonzas, canicas o coches.
Últimamente ha surgido una polémica por una persona famosa que ha salido a la calle con su hijo (niño) vestido de princesa. Parece que la gente tiene miedo de que si dejan que sus hijos vivan esa fase con libertad en un futuro pueda verse afectada su sexualidad. Pero yo lo que creo es que si no dejamos que los niños vivan esa fase plenamente, con libertad y sin emitir juicios, probablemente en un futuro puedan verse afectadas otras muchas cuestiones más allá de la sexualidad.
Jordi says
Hay que dejarles que jueguen con todo para ser tolerantes en el futuro.
Ah y no te olvides que ya tiene la máquina de coser también.
Mamá se escribe con amor says
El mayor ejemplo lo tienen en su padre que cocina, plancha, tiende ropa, los ha porteado, paseado, cambiado pañales, dormido, etc. Ciertamente si deseamos una sociedad tolerante, debemos ser los primeros en demostrar a nuestros hijos que nosotros también lo somos.