Está claro que para que la comunicación funcione deben existir un emisor, un receptor y un mensaje. Creo que emisores y mensajes no faltan, pero receptores…
¿A veces no os parece que no os escuchan? En general, me refiero. Vuestros hijos, vuestros familiares, vuestros amigos, el jefe y hasta vuestra pareja.
Las nuevas tecnologías, qué duda cabe que han modificado la manera en la que nos comunicamos. Pero ha sido tan brutal el cambio que se han perdido por el camino toda una serie de contactos, diálogos, cortesías y emociones que han acabado por distorsionar el mensaje, rompiendo así la comunicación.
Ya hace un tiempo hablé del uso de los móviles y los niños. Y hoy, sin duda, el tema que estoy tratando va de la mano, pero esta vez voy a ir más allá.
¿Habéis reflexionado sobre cómo WhatsApp ha cambiado nuestras vidas? Hemos pasado a felicitar por mensaje, quedar, avisar de que hemos llegado o que nos retrasaremos, dejar el trabajo, avisar de que no iremos a trabajar, comunicar un nacimiento, incluso dar el pésame y hasta romper con nuestra pareja,… Y todo por WhatsApp.
¿En serio? ¡A mí me parece que nos hemos vuelto todos locos! Y que conste, que yo también lo he hecho.
La sociedad, la vida, la falta de tiempo, nos ha llevado a esto. Pero me parece sumamente triste. Ahora hasta la gente se asusta cuando la llamas, como si pasase algo y necesitaras avisarla. Pero un teléfono sirve para llamar, ¿no? ¿O ya no?
Y lo más curioso, hace años ni existían los móviles. Y nuestros hijos pequeños, ¿acaso no viven perfectamente sin ellos?
Yo me pregunto, ¿qué pasará en un futuro? ¿Ellos también dejarán de hablar con los demás y sólo escribirán mensajes? ¿Acabaremos diciéndonos “te quiero” vía teléfono?
Algo debería chirriarnos si los demás no nos escuchan. ¿Se habrá perdido la capacidad de escucha? Si son nuestros hijos los que no escuchan, ¿no será un efecto espejo de nosotros mismos? ¿Qué ocurre cuando ellos nos hablan? ¿Les prestamos la atención que merecen? ¿Y a los demás?
¿No creéis que es una atadura el teléfono? Se ha sobredimensionado su uso. Es genial poder comunicarse con cualquiera, desde cualquier lugar y en cualquier momento, pero es “escalofriante” perder la comunicación en persona, de tú a tú.
Estoy segura de que odiaríamos que nuestros hijos de 17 años no nos escuchasen, así que algo debemos cambiar para no llegar a ese punto.
Liberémonos de esas ataduras y repartamos más palabras, besos y abrazos, últimamente sustituidos por emoticonos.
Aquí Houston, le recibimos alto y claro.
Vanessa Ojeda
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