Pues no soy yo de pensar mucho en si el año ha sido así o asá, en catalogarlo, en estar deseando ponerle punto y final pero tengo que reconocer que ahora que el 2018 se acerca a su fin y hago balance siento que ha sido un año difícil. No sé si más o menos que otros anteriores, pero ha sido muy complejo a nivel mental.
Los niños crecen y los problemas son otros. Ahora las noches, habitualmente, son mejores, los niños ya no son tan dependientes, ni tan demandantes, pasan tiempo jugando juntos o solos. Pero hay otras preocupaciones.
Los conflictos se incrementan, las necesidades particulares de cada uno también, además se hace más difícil educar, y todos buscamos un espacio propio en el que autocuidarnos.
En el entorno familiar, este año ha sido una época de trabajo personal profundo. De cambio de chip, de aprendizaje de nuevas herramientas de gestión. No solo de discusiones y de intercambio de opiniones. Sino también de búsqueda del equilibrio.
Ha sido muy intenso. Con numerosas puestas a prueba. Pero nosotros practicamos, practicamos y practicamos.
En este sentido me siento bastante satisfecha con el esfuerzo que estamos haciendo. Y el balance es positivo. No obstante, no podemos bajar la guardia. No queda más remedio que seguir trabajando duro por dentro y por fuera.
Por otra parte, en el terreno laboral, he vivido un año muy duro. Muchas dificultades tanto en el trabajo antiguo como en el nuevo. Cosa que ha absorbido mi energía, influyendo notablemente en mi estabilidad emocional y mental.
Reconozco que los cambios me cuestan. Y este ha sido uno de los que me ha resultado más difícil.
No tengo muy claro qué pasará en el futuro pero sí que no he encontrado lo que realmente deseaba. El cambio no ha sido todo lo fabuloso que yo esperaba y me siento bastante perdida. A la deriva. No logro encontrar un trabajo gratificante en el que me sienta realizada. Pero tampoco sé en qué dirección seguir. Es complicado de explicar. Son un montón de ideas, reflexiones y dudas en mi cabeza.
Pero afortunadamente sí hemos tenido es salud. Y aunque los niños acaban el año enfermitos, y los pobres no están disfrutando nada de las vacaciones, lo importante es que cada vez somos más inmunes a muchos virus y nos ponemos enfermos con menor frecuencia. Y teniendo salud, todo es posible. 😉
Bueno, a lo que iba, con ganas de cerrar este 2018 y abrir el año nuevo con la esperanza de consolidar el trabajo que hacemos y abierta a nuevos retos y otras tantas propuestas.
Que también para vosotros sea un 2019 soleado. ¡Feliz año nuevo!
Vanessa Ojeda
Deja una respuesta