Tenemos besos guardados. Son de formas, colores y sabores diferentes.
Besos en la mejilla. Besos en la nariz, besos de gnomo. Besos en los labios. Suaves y dulces. Fuertes y sonoros.
Besos de fresa. Besos de chocolate. Estos son los que me daba Petit Príncep a la salida de su primer año de cole. Eran de sabores y cada día eran distintos. A veces los guardábamos en el bolsillo para tener reservas. Ahora nos despedimos con un “súper beso”.
Besos en la frente. Besos tiernos en los bracitos. Besos con mordisquitos. Besos en la barriga. Como los que me dan ellos, heredados de cuando estaba embarazada y que piden a gritos otro bebé.
Besos azules, rosas o naranjas. Besos tiernos en los labios. Como los de Príncep Petitó, acompañados de un “te quiero”. Y “súper besos” con abrazos al despedirnos por la mañana en el cole, seguidos de una mano que me agarra fuerte esperando que no me vaya.
Besos que me recuerdan que tardaré demasiadas horas en volver.
Besos que nunca os di. Esos que me olvidé de dejarlos por las noches cuando os habíais dormido. Besos amargos por ir tan acelerada haciendo cosas y con tantas ganas de acabarlas que mi mente lanzó el cajón del olvido. Esos besos que nunca os di son los más dolorosos.
Y besos recuperados. Los que os doy mientras dormís, sacados del cajón de los recuerdos. Contenta de haber conseguido que mi mente los recuperase pero triste de ser consciente que vosotros no sabéis que los recibisteis. Porque os quedasteis con besos vacíos.
Así que vuelve la campaña de besos, de sabores, colores y formas, para recuperar todos aquellos que perdimos. Qué suerte que nunca se acaben. Qué suerte teneros aquí para regalárnoslos todos los días.
Besos de amor para mis príncipes.
Vanessa Ojeda
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