Si me seguís habitualmente sabréis que he estado hablando de disciplina positiva últimamente y hoy necesito compartir cómo y por qué he llegado hasta aquí. Os podría hablar de lo que es la disciplina positiva, soltar una parrafada, pero prefiero compartir mi experiencia, que resultará más cercana.
He contado en otras ocasiones cómo empezó Mamá se escribe con amor. Fue fruto de la necesidad de escribir (que además es terapéutico) lo que estaba viviendo y poder compartirlo. Intentaba conectar con otras madres ya que yo me había sentido perdida e incomprendida en ese camino.
En los inicios ya tenía ilusión de poner en marcha un blog y había una mamá de la escoleta que tenía una tienda online dedicada a la venta de artículos de manualidades. Así que le conté lo que quería hacer y le pregunté cómo lo había montado ella. Al oír que yo quería poner en marcha un blog me habló de Bei y Tigriteando. No la conocía, pero la busqué en Internet y me convertí en seguidora suya.
Incluso llegué a comprar uno de sus cursos para regalar a una persona cercana. Sí, uno de disciplina positiva.
Por otro lado, hace 3 años mi amiga Lida me amadrinó para entrar en un grupo de Facebook privado de mamás, aquí en palma, y así fue cómo conocí a todo un grupo de mujeres que me han cambiado la vida.
Entre ellas, mis compañeras de Espai Lactància y además Raquel Ripoll, de Educa-t nos.
Precisamente conocí a Raquel personalmente en un encuentro de Espai Lactància. Y poco a poco me fui haciendo muy fan suya.
Un día acudí a una charla que dio para contarnos en qué consistía la disciplina positiva. Y allí supe que esa era la línea que iba conmigo y mi forma de criar. Y que buscaba cambios en cómo hacíamos las cosas con los niños pero no encontraba la manera. A menudo había conflictos en casa y no éramos capaces de salir de un círculo vicioso. No conseguíamos solucionar algunos temas.
Empecé a leer sobre la disciplina positiva y también acudimos a todo un ciclo de charlas de Raquel e incluso hicimos algunas sesiones particulares con ella.
Nos han ayudado mucho a comprender mejor a los niños y mejorar nuestra conducta (sí, sí, la nuestra). Pero a pesar de que practicábamos, muchos días acababan saliendo los gritos, enfados, luchas de poder,… Nos faltaba algo más. Vivirlo. Experimentarlo. Sentirlo.
Así que cuando me enteré de que Bei venía a Mallorca, estuve dudando durante un tiempo si asistir a su curso o no porque era una inversión económica considerable.
Al final me decidí y lo mejor fue que mi marido también me acompañó.
En el día y medio de curso vivimos, desde las emociones, muchas experiencias de cómo hacemos sentir a los niños y cómo nos sentimos nosotros según cómo actuemos.
A mí me ha removido mucho y en parte me ha hecho sentir que llegamos tarde.
Pero también me ha dado muchas ganas de seguir aprendiendo y practicando y no quiero perder ni un minuto más.
Mis hijos tienen 6 y 4 años, y cumplirán 7 y 5 este año por lo que cada día que pasa es una nueva oportunidad de aprendizaje que no quiero dejar pasar. Aún estamos a tiempo de pedir perdón, de reparar. Pero no hay que dormirse en los laureles. Estamos al final de la primera infancia.
De momento, desde que hemos hecho este curso con Bei (y acompañados de Raquel), mi marido y yo nos sentimos mucho más cercanos tanto con los niños como entre nosotros. Se nota mucho el cambio, a pesar de estar en el 1, vamos camino de llegar al 3, no antes sin haber pasado por el 2.
Mi intención es seguir profundizando en el tema, pero eso os lo cuento otro día.
Vanessa Ojeda