Hace unos cuantos meses me di cuenta en el parque, con los niños, que parezco tonta.
Es cierto que cada vez me apetece menos ir al parque con los niños porque:
- Se entretienen solos y juntos, por lo que tengo la sensación de que yo no aprovecho ese tiempo en ninguna otra cosa más que mirarlos.
- Siempre hay conflictos con otros niños, o lo que es peor con otros padres y/o abuelos.
- Si no hay otro adulto conocido para poder charlar me resulta bastante aburrido. Afortunadamente a final de curso conocí a María que se quedaba algunos días con sus hijos en el parque y hemos entablado una bonita relación.
- Y el motivo que últimamente gana peso es que me cansa hacer de Supernanny.
Hago un gran esfuerzo por evitar mirar el móvil o distraerme. Intento no perder de vista a los niños y darles toda mi atención. Y, por lo visto, otros padres de la zona encuentran muy ventajoso el hecho en sí. De verdad.
Ven que yo estoy ahí pendiente y, si sus hijos juegan con los míos, aprovechan para ponerse a mirar el móvil. O charlar entre ellos. Y no me refiero a un momento (que eso lo hacemos todos), sino a un largo rato.
Así que estoy cogiendo complejo de Mary Poppins.
Me están entrando ganas de cobrar por vigilar a los niños.
En fin, solo es un comentario. Aunque a mí me pese, para los niños el parque es un desahogo, un lugar para explorar, correr, trepar, jugar, ser libres.
Especialmente si vivimos en la ciudad, más concretamente en un piso. Así que vale la pena que lo disfruten mientras tengan ganas.
Yo, probaré a ponerme un disfraz de bruja, jejeje.
Vanessa Ojeda