De los ODS y la 2030
Imagino que habéis oído hablar de los ODS y la agenda 2030, ¿verdad? Por si no sabéis en qué consiste, os contaré que los Objetivos de Desarrollo Sostenible son un conjunto de objetivos globales que adoptaron los líderes mundiales, en 2015, para proteger el planeta y asegurar la prosperidad de todos. Y la Agenda 2030, una fecha en la que alcanzar estos objetivos.
Parece todo muy bonito, ¿verdad? ¿Quién no aspira a vivir en un planeta limpio, rico, con una educación de calidad, donde se recicle, en el que se viva sin guerras, en igualdad de género, con un trabajo decente, en ciudades y comunidades sostenibles? Todos queremos eso, ¿no es así?
Sin embargo, esa no es la realidad y no lo será en el 2030 ni en el 2040, ni en el 2100, ni nunca. Porque nada de esto interesa que así sea, especialmente a las más altas esferas.
Mis hijos tienen 10 y 8 años. Esta semana, en su colegio, les han preparado una semana de carnaval en la que disfrazarse de superhéroe o superheroína que defiende un ODS. Desde el inicio de curso, están relacionando cada contenido con un ODS. Hasta aquí, todo bien. Se les intenta transmitir que el mundo va hacia el buen camino, con unos maravillosos valores asociados, alcanzando la meta en el 2030.
Sin embargo, como padres, nos enfrentaremos a un mal trago, que no sabemos bien cómo afrontar. Pasaremos por los RRMM y el ratoncito Pérez y llegará el momento de contarles que la pobreza no se acabará nunca porque mantenemos a África como un continente subdesarrollado y no queremos que eso cambie, así seguimos teniendo esclavos, materias primas, mafias, etc. Tampoco queremos una educación de calidad porque eso nos llevaría más a pensar y reflexionar y los gobernantes no quieren personas que puedan pensar que lo que están haciendo ellos no está bien. Ni queremos reciclar. Si no, ¿por qué mantenemos la obsolescencia programada? Se sigue fabricando tecnología y enviando la que vamos desechando a esos países pobres, o incluso al espacio. Y claro, ¿es eso un objetivo para mantener el planeta limpio?
¿O acaso se acabarán las guerras para siempre y volveremos a tener paz? ¿Quién se lo cree cuando en 2023 estamos en plena guerra Ucrania-Rusia? O hablarles de un trabajo decente, en el que cobren como mínimo 2.000€ para poder pagar un alquiler o hipoteca de 1.000€.
¿Cómo lo haremos cuando les tengamos que decir la verdad a nuestros hijos? La verdad sobre las altas esferas, sobre los gobernantes, sobre las farmacéuticas o las multinacionales. Sobre las redes sociales, las grandes tecnológicas, los médicos o los mandados de todos estos personajes.
¿De qué manera hacemos que esa venda de inocencia que todavía llevan puesta, se caiga de la mejor manera posible, minimizando el dolor de saber que este mundo que les vendemos es una auténtica patraña? Yo, solo me siento capaz de ponerme el amor por bandera y enseñarles que su familia somos su núcleo, que tienen el dominio del metro cuadrado que ocupan y la potestad de gritar al mundo que no están de acuerdo con las mentiras; que pueden promover la unión y la fuerza para que algo cambie, pero si eso no fuese suficiente, que vivan esta vida con la esperanza de alcanzar “La felicidad, que está en la sala de espera de la felicidad”, como dijo Eduard Punset.
Vanessa Ojeda