Desde hace unos meses tenía una necesidad, que creo era común para toda la familia: una desconexión total, un tiempo juntos, para dedicarnos los unos a los otros. Lejos de la rutina, en medio de la nada, desconectados del mundo.
Les propuse a mi marido y a mis hijos irnos de vacaciones unos días bajo esas condiciones y les pareció bien la idea. Dadas las circunstancias, nos decantamos por vacaciones en la isla. Así que buscamos un lugar un tanto aislado.
Y así fue como al día siguiente de acabar el curso escolar nos fuimos a pasar 4 días todos juntos.
El primer día fue una locura. Entre la emoción de los niños y que yo creo que estaba en mis días “críticos” (otro día os hablaré de este tema), vivíamos en un continuo polvorín. A la mínima, explotábamos.
Además Abrabram sufrió el ataque masivo de los mosquitos que le provocaron inflamaciones y mucho picor. Así que empezamos con mal pie.
Una vez establecidos y, habiendo superado la fase del descubrimiento, a partir del segundo día todo empezó a funcionar mejor.
Disfrute del jardín, paseos por la naturaleza, guerra de pistolas de agua, pompas de jabón, casitas de piedra, columpios, piscina, ramos de flores silvestres, observación de insectos, juegos de mesa, fiestas de pijamas, guerras de cojines, pilla-pilla, estanques con ranas, polos, ataques de cosquillas…
No todo fue de color de rosa, pero hemos sido felices de haber pasado estos días juntos. Satisfechos de haber cumplido el objetivo de jugar, jugar y jugar. Comer, cenar y desayunar juntos. Dormir juntos. Esforzándonos por pasarlo bien, minimizando los momentos difíciles y superándolos con el mejor humor posible. Alentando el diálogo. Acumulando paciencia y dedicándole más tiempo a lo importante.
Nos quedamos con ganas de más. Con ganas de profundizar en nuestras emociones y sentimientos, de hablar de cómo enfrentarnos a los momentos de enfado y tensión. De charlar más de lo que queremos y de lo que no. De seguir aislados un poco más. También de continuar disfrutando de la naturaleza, la tranquilidad y el silencio. Incluso de haber descansado un poco más y algo de tiempo extra para la pareja.
Pero tan poco tiempo no nos ha dado para más.
Seguiremos aprovechando el verano para continuar trabajando lo que queremos mejorar.
Y abogando porque las vacaciones de los niños no se conviertan en una época más temida que deseada.
Algunas ideas para sobrellevar las vacaciones:
- salir, salir y salir (de casa),
- jugar, jugar y jugar,
- dormir mucho,
- cantar,
- organizarse, planificar cosas juntos y tener un calendario,
- hacer cosas diferentes,
- bajar el listón y relajarse…
Hay muchas más, pero seguro que cada uno sabréis cuáles son las que mejor funcionan en vuestra familia.
Vanessa Ojeda