¿Qué uso quiero dar a los dispositivos tecnológicos?
Hoy vengo con una crítica social, además de una autocrítica, no relacionadas ambas exclusivamente con la maternidad, pero sí directamente vinculadas a nuestra responsabilidad como padres. Se trata del abuso de las pantallas.
Si soy sincera, os diré que siempre he odiado estar pendiente del móvil, tener que usarlo para tantas cosas y por consiguiente mirarlo muchas veces a lo largo del día. Me abruma estar en muchos grupos de WhatsApp y tener otros tantos canales de comunicación. Lo último que desearía es tener dependencia del móvil.
Sin embargo, desde que empecé con el emprendimiento noto cómo su uso ha aumentado exponencialmente. Los contactos de clientas, el seguimiento de sus sesiones, las interacciones en grupos (en los que estoy de forma voluntaria y que por supuesto me enriquecen), las publicaciones en redes para ganar visibilidad, los contactos profesionales, etcétera. Además del uso personal para hablar con mi familia, anotarme recordatorios en la agenda, hacer consultas rápidas por internet, etcétera.
La cuestión es que hace unos meses asistí a la charla de Sonia, de Sonia Martínez – Gestión emocional y, unos días más tarde, vi con mi familia la película Los Mitchell contra las máquinas. También he estado leyendo artículos sobre el tema y siento que esto me remueve. Porque me noto cada vez más dependiente del móvil y no me gusta.
He intentado darle siempre poco uso. Jamás me lo he llevado a la habitación por ejemplo ni ha sido lo primero que he mirado al despertarme. Y así sigue siendo. Pero siento que cada vez que lo uso más tiempo del que querría me estoy perdiendo una realidad, un trocito de mi vida. Hay noches que puedo necesitar una hora y media para leer o responder mensajes y revisar redes. Si además tengo que publicar, le puedo añadir media hora más. Es tiempo que dejo de “estar” (presente y conectada) con mi familia, especialmente con mi pareja.
¿Las redes? Esto daría para otro post completo. ¿Qué buscamos ahí? Comentarios, likes, seguidores. En realidad, una autoestima que nos falta. Buscamos reconocimiento, sentirnos importantes, que pertenecemos, que la sociedad nos acepta, que nos admiran, que gustamos. Un mundo paralelo e irreal.
Porque la realidad es que los likes están a nuestro lado. En nuestra pareja, en nuestros hijos, en nuestra familia y amigos. En esas personas de carne y hueso que nos rodean, que están en nuestras vidas de verdad, en los buenos y los malos momentos. Las que nos abrazan y besan, nos acarician, nos escuchan, nos dan la mano. Las que nos dejan huella y en las que dejamos huella. Porque somos sus modelos. Son nuestros “seguidores”.
Si estamos intentando limitar el uso de pantallas a nuestros hijos, si queremos evitar el abuso, o la adicción que pueden llegar a tener, incluso la incomunicación o el aislamiento, solo nos queda reflexionar sobre qué tiempo queremos dedicar a las pantallas como adultos y así se verá reflejado en nuestros hijos.
Vanessa Ojeda