Hace unos días he ido a la peluquería, a la que voy desde hace casi 20 años, y me encuentro con peluqueros con los que ya he entablado una cierta amistad. Y seamos sinceros, es un entorno en el que hablar y escuchar es el hilo conductor. Allí todos son padres, excepto Mari, que es la más joven y recién casada.
Hace un tiempo que conocen mi blog, y Mari, a veces me comenta cosas que le han gustado. Ella me ha contado algo íntimo, relacionado con la maternidad y lo que ella ha sentido al respecto. En su caso tenía que ver con el encuentro con algo desconocido y el escaso asesoramiento recibido.
Me ha dejado un cierto sabor amargo porque me ha recordado lo dura que es la soledad de la maternidad. Pronto se han agolpado en mi mente instantes vividos en los que como madre me he sentido sola, aislada, sin apoyo o sin rumbo y lo frustrante que resulta.
Tomar decisiones no es fácil y a menudo la gente de tu alrededor no las aprueba, no las comparte o no las apoya. Por lo tanto no te ayuda a seguir adelante, es más, a veces suponen un obstáculo en tu camino.
A veces es tu pareja, o tu familia, incluso tus amigas, hasta los profesionales sanitarios, los que te juzgan.
Es muy difícil dar con las palabras que ayudarán a una madre sin apenas conocerla. En ocasiones ofrecer información sería suficiente.
La maternidad es una fase de nuestras vidas muy vulnerable y si alguien quiere ayudarte de verdad, como mínimo debería preguntarte: cómo estás y qué necesitas.
Hace 5 años que soy madre y me he sentido sola en muchos momentos. Pero desde hace un tiempo sé que hubiera sido muy distinto si hubiese estado en contacto antes con grupos de madres, grupos de apoyo, círculos de crianza, etcétera. Incluso lo maravilloso hubiese sido formar parte de ellos desde el embarazo.
Yo entré en este mundo a través de esos grupos y encuentras no solo información sino palabras alentadoras cuando las necesitas. Quizás porque todas estamos en ese momento, nuestra empatía se hace visible. Y compartimos mismas inquietudes y experiencias. Pero cada una aporta su granito de arena.
Y lo que siento ahora es que todas tenemos dificultades, pero al compartirlas pesan menos, se diluye su importancia y gana fuerza la premisa de que muchas veces se trata de una fase pasajera. Pero básicamente sabes que hay más gente pasando por esto. Y muchas personas dispuestas a darte una mano aún sin conocerte. Son actos de amor totalmente altruistas.
Al fin y al cabo se trata de volver a los orígenes, hacer tribu.
Ayudemos a las mamás a que no se sientan solas. Y a que la soledad de la maternidad deje de acompañarnos en nuestro camino. Somos el relevo generacional. Si perdemos el instinto de ser madres, ¿qué será de la existencia humana?
Vanessa Ojeda